lunes, 29 de agosto de 2016

Las cosas que voy a extrañar de Venezuela (y las que no)


A veces no me queda claro si Venezuela es un lugar feliz o infeliz. Porque parece ambas cosas.
Más allá de las penurias que sufre el país, y por muy pesimista que esté, el venezolano anda por la vida regalando gestos fraternales.
La gente más alegre del mundo puede encontrarse en una cola kilométrica en el supermercado o en un hospital quebrado y sin insumos.
Y ese no-sé-qué que puede transformar desgracias en un festín de risas es lo que más voy a extrañar de Venezuela.

Temo que pronto vaya a suscribir lo que decía Gabriel García Márquez, quien en su "Memoria feliz de Caracas" (1982) escribió que "una de las hermosas frustraciones de mi vida es no haberme quedado a vivir para siempre en esa ciudad infernal".
En Venezuela, donde estuve tres años como corresponsal de BBC Mundo, encontré el reto más grande de mi vida.
En este tiempo la crisis pasó de grave a alarmante, la calidad de vida cayó en forma estrepitosa y la inflación se disparó.
Entre otros ejemplos, el litro de jugo de naranja subió 4.600%, los cigarrillos aumentaron 3.900%, y legalizar documentos en consulados un 12.000%.
Vi tres cadáveres, viví 11 apagones y la policía me detuvo dos veces.
Me salieron tres canas y me dio alopecia en dos oportunidades.
Pero el recuerdo que me llevo es más feliz que infeliz.
Porque en la esencia del venezolano, en ese limbo entre felicidad e infelicidad, encontré enseñanzas para el resto de mi vida, aquellas en la raíz de instituciones como "poco a poco se llega lejos", "esto es lo que hay" y "al mal tiempo, buena cara".

Lo que no voy a extrañar

Hay, por supuesto, algunas cosas que no extrañaré.
Por ejemplo, que la ineficiencia del sistema te obligue a buscar atajos para sacar una cédula, comprar jabón o tener agua las 24 horas.
No echaré de menos la desidia, la parsimonia, la indolencia con que me atendieron o hablaron o insultaron burócratas, meseros y policías.
Intentaré no recordar las horas que pasé buscando la versión del chavismo sobre algunas noticias.
No extrañaré los ataques desde el oficialismo o la oposición por ciertos reportajes que publiqué.
Y haré lo posible para superar la rabia que sentí esta mañana, como tantas otras, cuando la tarjeta del banco no sirvió, se bloqueó y luego me quedé sin dinero porque había sacado ya los 160 billetes (solo US$16) que me puede dar el cajero en un día (en cuatro transacciones).

Echaré de menos...

Lo que sí quedará en mis recuerdos serán los atardeceres brumosos bajo el olor del sofrito que preparaba mi vecina al son de las guacamayas.
  • Las guacamayas que vigilan el cielo de Caracas
  • Recordaré el aguacate "mantequilludo" que me vendía una "doña" con un celular en una teta y una calculadora en la otra.
    Echaré de menos el verde de los árboles y arbustos, de las palmas y hierbasque en Caracas conviven en paz con el bullicio de las motos, el esmog y las trampas.
    Cada vez que sienta nostalgia de Venezuela buscaré sentir el sabor de las nutelas que un caraqueño sonriente, soñador y trabajador llamado Christian me traía de la costa de la Guaira por dos módicas lochas (dinero).
    Tienen razón los expertos: acá está el mejor cacao del mundo.

  • Y me transportaré a las playas del Caribe cada vez que huela y beba uno de losexquisitos rones venezolanos (también, dicen, los mejores el mundo), que en medio del caos noticioso fueron aire fresco para este corresponsal asmático.

    Memoria feliz de Venezuela

    Cuando hable de la Venezuela que viví tendré que mencionar escasez, inflación, delincuencia, gente jodida en un sinfín de maneras.
    Pero haré el esfuerzo de ir más allá de esta coyuntura, lejos de los cínicos, corruptos y malandros.
  • Me llevo, más bien, la sonrisa del recogedor de basura, el coqueteo de la funcionaria pública: ese calor humano caribeño que tanto extrañan los miles de venezolanos que se han ido del país recientemente.
    Es como si en Venezuela la movilidad social estuviera en la cultura; como si el clasismo fuera cuestión de las minorías: acá el chofer es el confidente del jefe y la empleada del servicio, un pilar en las familias de clase media.
    No hay sueldo ni vestimenta ni buenos modales que estén por encima de un saludo, de una broma que democratice las relaciones: que ponga a un mototaxista en el mismo rango de un ministro; que archive, rápidamente, el trato de "usted"; que inspire, en cuestión de segundos, decirle "mi amor", "mi cielo" o "papito" a un desconocido.

    Venezuela vive en un raro estado de paciencia, de tolerancia. La impuntualidad es permitida.
  • Algunos venezolanos dicen que ese estado de constante regocijo, de no tomarse nada en serio, es lo que "tiene a este país jodido".
    Pero para mí es una enseñanza de que no hay preocupación que arregle los problemas.
    Ser feliz es gratis, aprendí de los venezolanos. Por mucho que la arepa esté muy cara.

domingo, 28 de agosto de 2016

Cita con la historia

Esta semana, específicamente el primer día de septiembre, los venezolanos asistiremos a un evento que indeleblemente marcará la historia de nuestro país. Por un lado estaremos marchando los que creemos en: la libertad; la igualdad ante la ley, de oportunidades y resultados; la diversidad de criterios; la modernidad; la inclusión y solidaridad; el respeto a los derechos humanos y a la vida;  el acceso a la alimentación, atención medica y medicinas; el bienestar para todos por igual, en fin los que apostamos por una Venezuela de oportunidades, comenzando por los mas pobres.

En la acera del frente estarán los dirigentes de la Venezuela decadente, atrasada, populista, retrograda, sectaria, tramposa, grosera, irrespetuosa de la constitución y las leyes, irresponsable y corrupta. Estarán, según ellos, rodilla en tierra defendiendo a su gobierno. Sistema que en mi opinión está lanzando sus últimos estertores. No es casual que me refiera solo a los jefes revolucionarios, ya que, en esa misma acera, también estarán muchos venezolanos que creyeron y siguen creyendo en un proyecto mesiánico que los engañó prometiéndoles el cielo, con ellos nosotros debemos ser capaces de reencontrarnos alrededor de un proyecto de país incluyente, moderno y solidario.

Quienes adversamos al gobierno no debemos plantearnos esta cita como el armagedón, sino como parte de un proceso que ineluctablemente deberá conducir a la sustitución de un régimen que solo ha traído desgracia, desesperanza y división a la población venezolana. Tengamos mucho cuidado, porque como en todos los movimientos populares siempre habrá infiltrados que gritaran tal o cual consigna, incitando a realizar hechos violentos que justificarán la intervención represiva de quienes los han infiltrado.

La historia esta llena de casos en los que un sargentón armado con un chopo y unos amigos “cuerda floja” apuntalaron a un gobierno que venía desmoronándose. No pongamos la bombona de oxigeno al régimen, hagámosle la Girondina y dejemos que siga por su barranco. Es verdad, que debido a todas las injusticias revolucionarias, la rabia acumulada es mucha, pero si me permiten el término: no es momento para las hormonas, por el contrario, es necesario utilizar las neuronas.

A los lideres visibles de la oposición debemos pedirle unidad de criterios, recordémosles que así como es imposible repartir una riqueza que no se ha generado, tampoco se puede acceder a un poder que no se ha conquistado. Ya vendrán los momentos electorales donde elegiremos quien será nuestro candidato, mientras tanto ¡La protagonista es Venezuela!

*Coordinador Nacional de “Gente” Generación Independiente
@alvareznv

viernes, 26 de agosto de 2016

Lider

Si realmente eres un Líder debes ir a la vanguardia, enseñando el camino a tus seguidores y dando el ejemplo

jueves, 25 de agosto de 2016

La Ventana

Creo que solo hay una manera de asumir en términos ciudadanos los objetivos del 1 de septiembre: La Toma de Caracas debe convertirse en el mayor evento simbólico de la democracia venezolana. Sería un error asumir ese día con las apetencias terminales del 11 de abril del 2002. Sería garrafal pensar que ese día cae el gobierno, renuncia Maduro, Tibisay fijará la fecha del revocatorio para el próximo lunes o cualquier estridencia ausente de sentido común. De igual forma, y para que el simbolismo tenga ese carácter totalizador, lo que ocurra el próximo jueves debe involucrar a todos los habitantes de este país que, hoy por hoy, se sienten maltratados en su dignidad humana, humillados, disminuidos, agredidos, hartos, inseguros y abrumados. Debe ser un evento que trascienda la comarca política, que vaya más allá de la MUD, que abarque a toda la sociedad civil, incluso, a la sociedad militar que no está de acuerdo con el autoritarismo incompetente y corrupto que gobierna al país.
Son muchas las dudas que surgieron desde la propia orilla de la oposición con el llamado de la Mesa de la Unidad a realizar el 1 de Septiembre una protesta general. Es lógico pensar que una nueva marcha o acto de masas pueda contener también la dosis de un nuevo fracaso. Nada más fácil para un gobierno represor que sacar a pasear sus tanquetas y colectivos motorizados para bloquear el derecho constitucional a la protesta. Nada más sencillo que infiltrar a alguien que lleve un arma en su koala, trajeado con una franela de Primero Justicia o una gorra de Voluntad Popular, y detone la violencia en cualquier punto de la marcha. El régimen tiene una dilatada experiencia en esas lides. Ellos mismos se ufanan diciendo que en la calle es donde son mejores. Pues, quién sabe. En todo caso, es en el poder donde son peores. Pero esa amenaza debe ser neutralizada con la participación nítida, absoluta y multitudinaria de todos los venezolanos que quieren un país de bien.
Habrá que agradecer, sí, la iniciativa y el riesgo político de los convocantes del 1S. Pero recordemos que, esencialmente, se trata de nosotros. De todos y cada uno de nosotros. Los que tanto nos quejamos de la magnitud del desastre. Por eso es responsabilidad nuestra dimensionar el gesto de los partidos políticos y transformar la convocatoria en un monumental referéndum a cielo abierto. Ese día no deben importar las zancadillas dilatorias de Tibisay Lucena, ni los graznidos de Jorge Rodríguez, ni los bufidos de Nicolás Maduro apostando a ser más malo que un dictador turco. La Toma de Caracas debe convertirse en la mayor Toma de Conciencia del atormentado venezolano del siglo XXI.
A una misma voz, las calles del país deben llenarse no solo con líderes políticos, sino también con el concurso de todos los gremios que hoy sufren los efectos mortales de la crisis. Las esquinas del mapa entero deben abarrotarse con la presencia y queja de nuestros médicos, con la decencia herida de nuestros maestros y profesores, con el reclamo de los campesinos, agricultores y ganaderos, con la voz de hartazgo de los obreros y las amas de casa, con el grito rebelde de todos los estudiantes, con el derecho a vivir de su trabajo que tienen comerciantes, panaderos, transportistas y empresarios, con el verbo en alto de los periodistas y reporteros gráficos, con el quejido de las miles y miles de familias viudas de la inseguridad, con la firmeza milenaria de nuestros indígenas y ancestros, con el grito atrapado de los presos políticos, con la nostalgia recóndita de los venezolanos en el exilio, con la proclama de serenidad y bienestar que merecen las próximas generaciones.
Ese día, el 1 de septiembre, debe convertirse en un gigantesco e inolvidable manifiesto de democracia. Debe resonar en todo el planeta. Debe llamar la atención del mundo libre. Debe hacer que giren el rostro los indiferentes, que se avergüencen los sin vergüenza, que reflexionen los dogmáticos, que calmen su furia los rabiosos, que aquieten sus manos los saqueadores. Y, en definitiva, que los hombres que hoy gobiernan Venezuela, tan ebrios de poder, tan arrogantes y todopoderosos en sus errores, tan sordos a la quejumbre de toda una sociedad, entiendan que ha llegado el momento de detener su delirio, que la historia pide a gritos cerrar un capítulo y estrenar otro. Y hay una manera, una propuesta de oro que surca la constitución nacional. Porque si no bastara el demoledor referéndum a cielo abierto, entonces que se nos pregunte a todos, uno por uno, si deseamos seguir por esta ruta de equívocos y tropiezos que nos ha convertido en miserables a los ojos de la tierra. O si preferimos estrenar una nueva oportunidad de ser venezolanos.

Permítanme repetirlo: la responsabilidad de manifestar inequívocamente el hartazgo y el repudio a un sistema político que ya agotó sus posibilidades está en cada uno de nosotros. Por eso, debemos convertir al jueves 1 de septiembre en el día de la Toma de Conciencia de toda Venezuela. Ese es el próximo gran paso para lograr la activación del Referendum Revocatorio este año. Y quizás vengan otros obstáculos, pero cada vez serán más débiles. No hay margen para el desánimo. La democracia será reconquistada. Paso a paso. Sin violencia. Sin caer en emboscadas. Sin claudicar ni un solo día. Para convertir a la dignidad en la canción feliz de los próximos años.
Leonardo Padrón

lunes, 22 de agosto de 2016

Revoquemos el Gobierno

Los venezolanos necesitamos un gobierno que sea capaz de escuchar y armonizar a los diversos sectores que hacen vida en nuestro país. Un gobierno que tenga la humildad suficiente para reconocer que nadie puede saber de todo y en consecuencia debe rodearse de buenos asesores, estén estos dentro o fuera de Venezuela. Lo deseable es que estos asesores sean personas con criterio, capaces de decirle a los gobernantes que están equivocados. Estas personas deben ser buscadas en los diversos sectores, simpatizantes del gobierno de turno o no, pero con las suficientes calificaciones técnicas como para diseñar e implementar un plan de reconstrucción nacional.

En Venezuela hemos formado los mejores técnicos del mundo en diversas áreas, hoy esos profesionales están prestando sus servicios en diversos países y las empresas extranjeras están aprovechando un producto que nosotros sembramos pero que no fuimos capaces de cultivar, sin embargo, yo estoy seguro que si ellos ven una alternativa seria en nuestro país, no dudarían en retornar a su querencia para darnos una mano a quienes hoy nos debatimos entre el caos y la incertidumbre.

Si estamos de acuerdo en que esta seria una alternativa viable para Venezuela, deberíamos hacernos una pregunta de rigor ¿Con este gobierno podremos lograr una apertura de mente como esa? Estoy seguro que no, como decía el filosofo Platón: “la ignorancia es la causa de todos los males” y si algo tiene este gobierno es el patrimonio de la irreverencia de la ignorancia, el creer que lo sabe todo y no necesita que lo asesoren y mucho menos si es alguien que no comulga con su ideología.

Entonces planteémonos otra hipótesis, nosotros somos 30 millones de accionistas de una gran empresa que se llama Venezuela. Hoy los pocos accionistas y gerentes que tienen en sus manos la dirección de ella, la están llevando por el camino del fracaso y esta se encuentra al borde de la quiebra. Llegado a este punto planteo la segunda pregunta ¿Que hacer cuando una empresa está fracasando a causa de sus gerentes? Indudablemente los accionistas tienen la facultad de solicitarle la renuncia a la junta directiva antes de que acabe con la empresa.

La tercera y ultima pregunta es ¿Alguna vez un gobernante en Venezuela ha aceptado que le pidan la renuncia? Buscando en la historia, encuentro que el único en renunciar fue el Capitán General, Vicente Emparan el 19 de abril de 1810. De este hecho hace 206 años sin que se haya repetido esta conducta, entonces descartando la libre voluntad de abandonar el gobierno, nosotros, el pueblo venezolano en uso de nuestras atribuciones constitucionales debemos revocar el mandato del actual gobierno.

*Coordinador Nacional de “Gente” Generación Independiente
@alvareznv

miércoles, 17 de agosto de 2016

La maldición de Boves por @charitorojas

Es absurdo que fuerzas democráticas vuelvan a la discordia y a entredevorarse, cuando el enemigo acecha.Rómulo Betancourt(1908-1981), presidente de Venezuela, interino entre 1945 y 1948, y constitucional entre 1959 y 1964
“Hasta hoy llegó tu luz”, exclamó José Tomás Boves cuando tomó Valencia en 1814, después de un sitio de casi un mes. Aunque Boves juró ante el altar de la catedral que perdonaría la vida a los rendidos, no cumplió. La noche siguiente invitó a la sociedad valenciana a un baile, que terminó en una orgía de humillación y muerte, uno de los episodios más infames de la independencia venezolana.Los historiadores no confirman esta historias de maldiciones, pero los vaivenes de la ciudad lo recuerdan: ha sido en forma contrastante, cuna de la libertad y traidora, la ciudad industrial y la ciudad más insegura. La fuerza pujante de una Valencia que privilegió la academia y la industria como pilares de su desarrollo se ve frenada por luchas intestinas o por gobernantes que la maltratan.
La “maldición de Boves” nunca fue más patente que con el finado comandante, quien sin ocultar su aversión por los valencianos, afirmaba que ésta era una “ciudad de traidores” que había dado la espalda a Bolívar. José Antonio Páez, vecino de Valencia por muchos años, también fue blanco de su odio, lo cual provocó que la estatua del prócer en la autopista fuese derribada por fanáticos ignorantes.
Valencia también ha tenido períodos hermosos como cuando su concejo municipal daba todas las facilidades para la instalación de las grandes transnacionales que motorizaron el desarrollo del país. Y alcaldes como Armando Celli, Argenis Ecarri y Paco Cabrera, que han amado la ciudad, con más aciertos que errores. Después del período Cabrera y el gobierno de Salas Römer padre, cuando la ciudad fue embellecida gracias a la competencia de obras de ambos gobernantes, vino la debacle.
La dupla del alcalde Edgardo Parra y el gobernador Acosta Carles traía el sino de la destrucción. Cambiaron el nombre del parque Fernando Peñalver, permitieron la vandalización de la estatua de la Libertad (“símbolo del imperio”) y de Páez, arrancaron de todas las plazas los hermosos medallones de Zabaleta para sustituirlos por horrendos plásticos. Acabaron con el refaccionado boulevard de la Av. Bolívar Norte con el pretexto de un metro que nunca han terminado y su obra cumbre cultural: el despojo del Ateneo de Valencia a sus legítimos dueños, los ateneístas y la apropiación de una de las colecciones de arte más importantes de Venezuela.
El finado “premió” posteriormente a Carabobo y a Valencia designando a dos joyitas como candidatos a la gobernación: Mario Silva y Nicolás Maduro. Ambos trasladaron su inscripción electoral y no sabían cuál es la calle Constitución. Edgardo Parra, terminó sus días en la cárcel, no sin antes haber cambiado la bandera y el escudo históricos de Valencia por unos adefesios tan marginales como toda su gestión.
Después vino la esperanza con Miguel Cocchiola, que como exitoso empresario había decidido incursionar en política para gerenciar la ciudad. La división en la oposición hace que pierda ante Parra y los valencianos sufrieron las consecuencias de este juego de poderes entre facciones que violentaron la indispensable unidad. Cocchiola entonces se lanzó a diputado y ganó corrido, como también lo hizo cuando abandonó su curul para aspirar nuevamente a la alcaldía de Valencia, la cual ganó con la bendición de una aplastante mayoría.
Sin embargo, su gestión cayó ante el primer gran obstáculo: las guarimbas de 2014. El alcalde recorría la ciudad sitiada tratando de desmontar las guarimbas, pero la enardecida ciudadanía no entendía que Cocchiola defendía bienes de la ciudad y su carencia de presupuesto para reponerlos, creían que no apoyaba el movimiento por la libertad y la salida del régimen. Así comenzó una larga serie de desencuentros con los ciudadanos que junto a una dramática reducción en los recursos municipales y una absoluta carencia de comunicación para explicar razones a los vecinos, han opacado una gestión que presenta acciones positivas como los mercados comunales, las campañas de conducta ciudadana, los operativos de salud, el bacheo, las podas de arboles, el embellecimiento de espacios y recuperación de algunas plazas. Pero aún en la gestión positiva, Cocchiola se rifa las críticas, tanto del oficialismo como de la oposición.
Este año arrancó con un aumento del 4.000% en el impuesto inmobiliario, sin aviso y sin protesto. El alcalde dice que no tuvo tiempo pues la ordenanza salió el 30 de diciembre ya en puertas de la recaudación, pero esta falta de información del por qué y para qué del gran aumento causó indignación, bien aprovechada por los enemigos de Cocchiola, que ahora afronta una suspensión del cobro ordenada por el TSJ rojo.
La guinda de la torta ha sido la construcción en un terreno de La Viña que todo el mundo identifica con Cocchiola, quien lo compró hace 20 años y lo traspasó en 2009 a su hijo, cuando decidió incursionar en política. En estos momentos, con una ciudadanía furiosa porque no le recogen la basura, la familia del alcalde emprende una edificación millonaria. ¿Cómo no esperar esta oleada de críticas y acciones en su contra? Así la construcción tenga los permisos, la sombra del tráfico de influencias y el concurso de empleados públicos está latente. Por decir lo menos, esa construcción es una imprudencia con un alto costo político. La mujer del César no sólo debe ser honesta, también debe parecerlo.
En una ciudad tan crítica como Valencia, los errores se acumulan y la alcaldía debe atender la demanda ciudadana, dar explicación satisfactoria, enmendar torpezas. Hay quienes denuncian honestamente, tratando de enderezar lo torcido y deben ser escuchados. No se trata de solidaridades automáticas pero tampoco de hacer leña de un árbol cuya caída puede aplastarnos a todos. Un poco de transparencia y honestidad no sentaría nada mal. Valencia lo merece.
Charitorojas2010@hotmail.com

martes, 2 de agosto de 2016

Antonio Sánchez García: La culpa no es del ciego


Sarcástico y no sin cierto regocijo comenta Luis Almagro el impasse suscitado desde hace meses en España, sumida en el laberinto del nombramiento del nuevo gobierno. Le pregunta el periodista del periódico ABC:“Para terminar, España. ¿A usted le sorprende que los partidos políticos no sean capaces de ponerse de acuerdo para formar y que se pueda llegar a las terceras elecciones en menos de un año?” Responde el Secretario General de la OEA: “No me sorprende. No me sorprende, porque soy latinoamericano. Cualquier país latinoamericano tendría estos problemas para armar un Gobierno en un sistema parlamentario.”

Obviamente, no se equivoca el periodista al culpar a los partidos por no ponerse de acuerdo ante el Rey, según dicta la constitución de un régimen monárquico parlamentario. Pero evade la esencia del conflicto: no son los partidos el origen del rompecabezas: son los electores. Y acierta plenamente Luis Almagro: exactamente como sucede en Latinoamérica, en donde los responsables por los desaciertos de los gobiernos son los ciudadanos, que mal eligen. Votando por quienes los llevan por el callejón de la amargura. La mayor parte de la veces por aplicar la ley de la venganza sobre los gobernantes, que tampoco cayeron del cielo: fueron electos por los mismos que quieren castigarlos poniéndolos en el disparadero.

Es la cuasi tragedia de los españoles, que llevan años coqueteando con la disgregación: los catalanes queriendo ser república independiente. Los socialistas queriendo ser castristas. Los castristas aferrándose al chavismo. ¿Cómo poner de acuerdo a quienes han decidido apostar al caos, creyendo en los pajaritos preñados de las autonomías, el comunismo y el salto al vacío?

Tampoco es que pecan por inocentes. Tanto en España como en América Latina. El ejemplo venezolano no admite dudas: la aplicación del socialismo a ultranza, incluso llevado en andas por las bayonetas, lleva directamente y sin desvíos a la catástrofe. El país potencialmente más rico del subcontinente ha terminado en un pantanal de miseria por dar satisfacción al extravío de sus electores. Ni siquiera es el caso del Chile de Allende, pobre de solemnidad y sin más recursos, entonces – hace cuarenta y seis años -, que el cobre. Es el caso de la primera reserva petrolífera del planeta, rica hasta el hartazgo en riquezas minerales – desde diamante a bauxita, desde el oro al plutonio. Y que si se propusiera convertirse en la primera potencia agroindustrial y ganadera de la región no tendría más que ponerse a lograrlo. Le sobran los recursos hídricos, tiene mar y tierras como para convertirse en el primer vergel del hemisferio. Sólo carece de la voluntad y la inteligencia necesarias para hacerlo.

Si los partidos, como sostiene el periodista de ABC, son los responsables del impasse, ¿quién los eligió, quién les dio el poder, quién les alcanzó el garrote? Los españoles. ¿Es tan complejo el caso Iglesias como para no advertir que se trata de un demagogo inescrupuloso sin más objetivo que hacerse del Poder para descalabrar a España, sepa Dios por cuánto tiempo y en qué profundidades? ¿Se requiere de una egregia inteligencia para advertir la inconcebible mediocridad y la mezquindad de los líderes del Psoe, desde que un atentado de la Yihad pusiera en el poder a José Luis Rodríguez Zapatero y en un deslave hacia la decadencia le entregara el mando del partido a Pedro Sánchez?

No ha sido una elección la que ha puesto al gobierno español entre la espada y la pared. Ya van dos. Y de afirmarse en su delirio los mencionados, podría llegarse a una tercera elección. ¿Cambiaría la voluntad extravagante y esperpéntica de los electores españoles? Tengo mis más serias dudas. Los españoles parecen felices chapoteando en su extravío. Que Dios los pille confesados.