lunes, 31 de octubre de 2016

El Diálogo

¿QUIÉN ENTIENDE ESTA LOCURA?

                                                                                        Formato de Futuro…

Venezuela: tierra de abundancia. Venezuela: el país más rico de América Latina. Venezuela tiene las mayores reservas de petróleo del mundo. En Venezuela, están las mujeres más bellas del mundo. Son todas expresiones que antes se escucharon decir en muchas partes del mundo. Todas eran meritorias referencias del país. Y la verdad es que muchas de esas expresiones se ajustan a lo cierto. Además, abundan los hechos que demuestran que eso es así.

Sin embargo, el otrora alabado país hoy está arruinado económica, social y políticamente. De paso, es una condición de ruina que, además, ha arrastrado consigo su base moral y su particular composición cultural.

Es un país que, sin dudas, se corresponde con el célebre dicho de estar como el hombre que se ahoga en un lago,  al no poder emerger del fondo por tener un morral lleno de oro colgado en la espalda.  
  
En su entorno y con el alma en crisis, sin embargo, Venezuela no deja de disponer ciertamente de una comprobada multiplicidad de recursos energéticos, minerales, turísticos y, por supuesto, humanos. Goza, en fin, de las ventajas posibles para ser una de las joyas económicas de la América.

No obstante, tanto tiene que dicha disponibilidad incluye un karma: los venezolanos, culturalmente, desde hace más de un siglo pasaron a ser monodependientes de una restrictiva visión económica, la del petróleo.   Porque desde que entró en producción el primer pozo petrolero  el 31 de Julio de 1914, es decir, "El Zumaque I", y el Gobierno venezolano comenzó a sentirse rico, poderosamente rico, se asumió que el reto a partir de ese momento no era otro que el de la activación del consumo. De bienes y servicios nacionales, o de bienes y servicios importados.

El otrora país exportador de bienes agrícolas y pecuarios, entonces, decidió ser un autodependiente económico. Y, por supuesto, un monodependiente del negocio. Y, de paso, en dueño absoluto de negocio del crudo y de la única industria de su tipo en el país, reservándose el derecho a considerar innecesaria la participación del sector privado, principalmente el nacional. El internacional, en cambio, siempre fue –y sigue siendo- un asociado, que no equivale a verdadero socio.

De hecho, esas relaciones nunca han dejado de ser causa y justificación para la práctica de un particular nacionalismo, al extremo de que su empleo ha terminado siendo parte de un propósito ajustado a la naturaleza de la visión ideológica que tenga el Gobierno de turno del hecho económico, como de la pragmática utilidad con la que interprete el oportuno empleo del concepto pueblo.  

El petróleo y su exclusiva administración estatista ha servido de todo y para todo en Venezuela. Hasta el extremo de exacerbarse con la de nuevo cuño, la de la una llamada revolución amparada e inspirada en un supuesto Socialismo del Siglo XXI. El mismo que extendió el concepto petróleo para convertirlo en un instrumento de control mal llamado "Industrias Básicas y Estratégicas". Y que terminó convirtiéndose, como era de esperar, en la razón excepcional para expropiar, conculcar y arrebatar. No sólo de lo que se consideraba bien de utilidad pública para dominio absoluto de parte del Estado; también de  centenares de Industrias, de comercios, de bancos  y, como si fuera poco, de más de 4 millones de hectáreas productivas.

¿Resultado?: que no es posible mantener un propósito de estímulo y activación permanente del consumo si, desde los gobiernos, se asume que la respuesta, es decir, la producción, indistintamente de lo que necesite la ciudadanía, debe correr por cuenta de los que gobiernan, y no de los  emprendedores; bien nacionales o internacionales. Y que es por eso por lo que Venezuela, en el medio de la más incomparable histórica bonanza petrolera vivida desde siempre, ha terminado siendo lo que exhibe hoy: un cementerio de centros de producción, de unidades financieras o comerciales y prestadoras de servicios. Además de tener que tratar de revertir el también concepto natural de que todo Gobierno debe depender de los ingresos provenientes de los tributos o impuestos que pagan sus ciudadanos, y no que, absurdamente, los ciudadanos dependan de lo que les regale  -¿y permita apropiarse?- el Gobierno rico.

Desde luego, esa reversión, hasta ahora, no aparece como propósito de quienes se ocupan de ejercer el oficio de político a tiempo completo o parcial. Porque la dependencia petrolera y la forma de concebirla y administrarla,   ha traído como consecuencia que los ciudadanos venezolanos, especialmente los de menores recursos, dependan directa o indirectamente de las dádivas que les oferten precisamente los que ansían ser gobernantes de turno.

Y es por eso, desde luego, que no sea extraña la aparición del nuevo sistema comercial gubernamental de repartir bolsas de alimentos de casa en casa para los simpatizantes o partidarios del régimen, o de aquellos que se eximan de disentir públicamente del gobierno en ejercicio. Mucho menos que los burócratas o los que llaman políticos gobernantes, apelen a dicho mecanismo para mantenerse en el poder, o reservarse el derecho a pasar a ser los administradores de grandes volúmenes de recursos, cuya administración termina creando condiciones para que se generen prácticas corruptas, y perniciosas fórmulas populistas para el derroche y la malversación, por cierto, históricamente comunes en los diferentes gobiernos venezolanos.  
     
Luego de la muerte del Dictador Juan Vicente Gómez el 17 de Diciembre de 1935, comienza a construirse con muchos tropiezos la era democrática de Venezuela. Pero es interrumpida por un golpe de Estado el 17 de Abril de 1952, cuando quien se hace del poder es obviamente otro Dictador, el  General Marcos Pérez Jiménez, quien es derrocado el 23 de enero de 1958. Durante este último gobierno, los venezolanos vivieron casi 6 años de persecuciones y de violaciones de todo tipo de derechos humanos. Y el régimen, además de no recurrir al populismo también común en dictaduras, sin embargo, apeló al empleo de recursos que dejaran entrever ante los ojos de los ciudadanos, su dedicación a dar saltos en positivo, con base en obras dirigidas a echar las bases de un desarrollo socioeconómico, incluyendo una visual  y convincente infraestructura.

Luego se produce el reinicio de la democracia, y se toma como premisa que este grave problema y la distorsión conceptual de autoritarismo de los gobiernos, sólo se puede dar en los gobiernos populistas. Y también que para hacer populismo, el Gobierno tiene que tener el control y acceso a grandes recursos económicos para sufragar el empleo de ese mecanismo de para la manipulación del servicio popular. En otras palabras, lo que conforma base y esencia misma de todo régimen comunista, aquí, gradualmente, terminó por convertirse en el predominante componente cultural de la política criolla, y según la cual el Gobierno puede –y hasta debe- convertirse en  propietario de todos o de casi todos los medios de producción y distribución. Es decir, pasar a ser Estado Empresario, en condiciones sesgadas a su favor  para el ejercicio de una supuesta competencia con un sector privado condicionado, controlado y regulado, además de intervenido.

Ahora bien, es verdad,  Venezuela sí es un país con abundancia de recursos. Y la única manera de revertir la práctica de tener gobiernos populistas que imposibilitan superar la condición de país subdesarrollado, es erradicando toda posibilidad de aceptar  la omnipotente presencia de un Estado Empresario y, menos aún, que su desenvolvimiento obedezca a las ventajas complementarias de proceder sin control de ningún tipo, en un ambiente huérfano de instituciones públicas no alineadas al lineamiento ideológico del gobierno y de la separación de poderes.

Porque se aceptó y permitió llegar a esos niveles de verdadera perversión administrativa, es por lo que hoy en el país existe una deficiente  producción de toda índole. La oferta de bienes y servicios está en niveles críticos; es una referencia marginal en un ambiente político en el que lo importante es consumir y no producir, ya que el consumo, además, facilita, permite y justifica importar. No importa que el campo luzca  destruido y desolado. Tampoco que el sistema de salud sea un caos, o que  los niveles de inseguridad sean insoportables y que obligue a miles de venezolanos a huir de su país. Porque, además, nada luce accidental. Todo deja entrever que lo hecho ha sido deliberado.

La inquietud alrededor del hecho de fondo y la necesidad de cambiarlo, desde luego, se enfrenta ahora al doble reto de convertir los recursos disponibles en componentes útiles para el aprovechamiento eficiente, mientras se promueven condiciones jurídicas, políticas y económicas para que la inversión privada deje de ser una convidada de piedra en la transformación económica del país.  

Ciertamente, los recursos, bien administrados y en manos de ciudadanos probos y con conocimientos, además de una activa participación del sector privado, pudiera permitir que la nación se recupere en tiempo récord. Pero para que ello suceda, también se requiere que el Gobierno se dedique a promover y a facilitar el desarrollo de los servicios necesarios, con miras a  una maximización en la calidad de vida de los ciudadanos, y eso, desde luego, no es posible en un ambiente en el que la voluntad de dicho gobierno no guarda relación con lo que necesitan el país ni su ciudadanía.

Estando los medios de producción y comercio en manos de los ciudadanos, estos serán los encargados de producir y crear riqueza, contando con todas las garantías y derechos para fomentar la libre empresa y respeto a la propiedad privada. Todo lo cual tiene que conformar, a través de los tributos e impuestos, la mayor cantidad de recursos para que el Estado pueda realizar su gestión en favor de todos los habitantes. Ese tiene que ser el nuevo rumbo y objetivo del esfuerzo organizado.

El Estado tiene que depender de los ciudadanos y éstos, desde luego, tienen que asumir una actitud y participación más activa con la obligación de exigir que los administradores se dediquen a lo que les establecen la Constitución y las leyes de la República. Cuando eso suceda, sin duda alguna, habrá comenzado el proceso de sepultar el culto a la vocación por los gobiernos caudillistas, populistas y autocráticos.

Al ser los ciudadanos los responsables de mantener a sus respectivos gobiernos con el pago de sus tributos, se cambiará el concepto cultural político de la manutención populista. Si ellos no se sienten dolientes ni agentes influyentes en el cambio gerencial gubernamental, no habrá posibilidades de construir vocación contralora para que sean posibles una correcta administración pública, y que, además, los administradores ofrezcan rendimientos óptimos de los recursos públicos y los aportes de la sociedad.

Se quiera o no admitir, Venezuela ha entrado en un proceso de transición gubernamental y, por supuesto, administrativa. Y el trayecto que se tiene que transitar hasta el momento de la conclusión, no puede ser sólo de expectativas o de lamentos. También tiene que ser de compromiso con la convicción de que el proceso no será fácil ni en corto tiempo, además de que el daño que ha sufrido la Nación entera implicará esfuerzos; muchos esfuerzos y recursos cuantiosos. 

No hay que temerle a la necesidad de revisar esa encadenada concepción convertida en  creencia, de que aquí todo es bueno o malo en materia económica, dependiendo del nivel de participación, intervención  y restricciones que promuevan los gobiernos y el Estado. Es momento de aceptar que el futuro del país, depende hoy de más y mejor ciudadanía. Así tiene y debe ser. 
Egildo Luján Nava
                                                                                                 Presidente de Fedecámaras Miranda y Director de Fedenaga

lunes, 24 de octubre de 2016

Huyendo del País: Hasta los árboles le sirven de casa a los venezolanos que huyen hacia Brasil


Es venezolana, tiene 20 años, quiere ser traductora y hoy, en una hamaca colgada en un árbol que ha convertido en su casa en la ciudad brasileña de Boa Vista, mece unos sueños que, según aseguró, no serán truncados por "el fracaso de una revolución".

"No estoy aquí por política. Lo que me trajo aquí fue el fracaso de unas políticas", dijo a Efe Sairelis Ríos, quien junto a su madre Keila y una decena de venezolanos vive en plena calle, frente a la terminal de autobuses de Boa Vista, una ciudad que en los últimos meses ha recibido unos 2.500 emigrantes de ese país vecino.

Todos se ganan la vida con trabajos eventuales, llegaron a esta empobrecida ciudad del norte de Brasil desde diversos lugares de Venezuela y, según coinciden, con la misma intención: "Huir del hambre".

Sairelis y su madre son de Ciudad Guayana. Otros llegaron desde Caracas, Barquisimeto y Mérida, y aunque viven en la calle en Boa Vista, todos afirman que "están mejor" que en Venezuela, donde "no hay alimentos, ni medicinas ni esperanza", según el exsuboficial del Ejército Víctor Soto.

En Ciudad Guayana, que unos años atrás era uno de los principales polos industriales de Venezuela, la madre de Sairelis vendía agua y gaseosas en la puerta de la siderúrgica Sidor, que pese a ser una de las grandes empresas básicas del país, ha entrado en decadencia.

Con ese trabajo, Keila explicó a Efe que pagó tanto la escuela secundaria de Sairelis como los cinco años de inglés que cursó la "menina del árbol", como la conocen ahora en la terminal de ómnibus de Boa Vista.

Sin embargo, a medida que Sidor fue perdiendo empleados, el agua y las gaseosas que vendía Keila menguaron y con ellos el dinero, por lo que hace seis meses decidió emigrar.

Le habían dicho que a muchos venezolanos "les iba bien" en Boa Vista, donde así como su hija hace trabajos eventuales de limpieza en casas y asegura que gana más que con las bebidas en Sidor.

Lo mismo afirma un caraqueño de 56 años, que prefiere no revelar su nombre y con trabajos de mecánica de automóviles que consigue en Boa Vista mantiene a su familia, que sigue en la capital venezolana.

"Era taxista, pero un día no pude trabajar más. Se acabaron los repuestos, las baterías, los neumáticos y allá está mi coche, parado y cayéndose a pedazos", dijo a Efe.

En medio de esos venezolanos que dicen haber huido de la escasez de productos básicos en su país, también ha hecho de la terminal de autobuses su hogar el caraqueño José Antonio Garrido, un malabarista que vive de las monedas que le dan en los semáforos de Boa Vista.

Garrido comparte "a veces" la "casa del árbol" de Sairelis, pero su proyecto es llegar a estudiar en una escuela de circo.

Así como otros venezolanos que viven en las calles de la ciudad, este grupo recibe asistencia de la Comisión de Migración y Derechos Humanos de Roraima, que depende de la Diócesis de Boa Vista y les entrega alimentos, les ayuda a buscar empleo e incluso ahora busca facilitar que tomen clases de portugués.

La coordinadora de esa comisión, Telma Lage, explicó a Efe que entre los venezolanos que han llegado a la ciudad "hay profesionales liberales, maestros, peluqueros, obreros y gente de todo tipo", que encuentran en Brasil una "forma de supervivencia que en su país ya no tienen".

Según Lage, es "gente trabajadora" y, en su mayoría, han dejado a sus familias en Venezuela y las ayudan con lo que ganan en Brasil.

"Visitan a los suyos cada uno o dos meses y llevan comida, ropa y remedios que en Venezuela no consiguen o son demasiado caros", dijo.

Según la religiosa, "lo que mueve a esa gente a estar lejos de sus familias, es la esperanza que en su país se ha perdido".

¿Cual es la Solución?


miércoles, 19 de octubre de 2016

Los tiempos de Dios

MARIANELLA SALAZAR

La Iglesia es la única institución que Chávez nunca pudo destruir, temía que su gran poder simbólico se convirtiera en un poder real y efectivo. Necesitaba limitarlo; entonces puso todo su tesón para reducirla y dividirla, intentando infiltrar a la jerarquía católica para polarizarla y consolidar su proyecto revolucionario, pero fracasó en el intento, a pesar de ordenar laboratorios sucios contra figuras prominentes del episcopado que se opusieron a sus despropósitos revolucionarios, al discurso excluyente, intolerante y generador de odios. En un primer momento, arrimó a jóvenes religiosos fáciles de contaminarse con el resentimiento implícito en la prédica bolivariana, que identificaron el discurso revolucionario con el compromiso social de los cristianos y hoy sufren la estafa revolucionaria en sus comunidades de base con el pueblo.
Estos diecisiete años de oprobio han quedado documentados. Desde que monseñor Baltazar Porras, el 11 de abril de 2012, fuera testigo de los dramáticos lagrimones del supuesto arrepentimiento de Hugo Chávez, el comandante se empeñó en defenestrarlo de la presidencia de la Conferencia Episcopal, lo expuso a un descrédito moral sin parangón para invalidarlo como candidato al cardenalato y movió sus piezas de ajedrez para sustituirlo por un obispo políticamente afín.
Casualmente, antes de celebrarse el referéndum revocatorio de 2004, Chávez desató una campaña –incluso desde escenarios internacionales– para presionar a la Santa Sede a designar un nuevo arzobispo pro chavista para Caracas y acelerar el remplazo del entonces nuncio apostólico, monseñor André Dupuy, acusado de estar comprometido con la oposición “golpista”, por calificar como “tragedia humana” la situación que se vivía en aquel momento. Sin embargo, en Roma no atendieron sus pretensiones, aunque la designación como cardenal de Baltazar Porras quedó pendiente “esperando los tiempos de Dios, que son perfectos”.
Celebramos que antes de iniciarse el diálogo entre gobierno y oposición, donde el Vaticano participará como mediador, el papa Francisco haya mandado esta señal inequívoca del papel que jugará la Iglesia en la salida pacífica a la trágica crisis política y humanitaria de Venezuela. La designación del cardenal Baltazar Porras es un claro espaldarazo a los pronunciamientos críticos de la Conferencia Episcopal Venezolana y un reconocimiento a la lucha constante que ha mantenido Porras contra el mesianismo, el control absoluto de la educación y el trasnochado proceso ideologizante y empobrecedor.
 Rompió el mutismo. El arzobispo del Táchira, monseñor Mario Moronta, fue el favorito de Chávez desde su prisión en Yare, cuando lo visitaba acompañado por el padre Arturo Sosa (designado como superior general de la poderosa Compañía de Jesús). Chávez se refería a su amistad y no perdía oportunidad para comprometerlo y conminarlo a pronunciarse a favor del “proceso bolivariano”, pero nunca le arrancó una sola declaración contra la jerarquía eclesiástica, ni pronunciamientos a favor de la revolución bolivariana.
Hoy Moronta rompió su mutismo al dirigir una carta pública al diputado del PSUV, Hugbel Roa, que desde el hemiciclo profirió improperios contra los cardenales Porras y Urosa: “Le escribí para que sepa que Baltazar y Jorge, con quienes comparto el ministerio episcopal en comunión con el papa, son mis hermanos en la fe y en la caridad pastoral. Soy testigo de excepción –no sé si usted pueda decir lo mismo– de la dedicación de ambos por el país y por la Iglesia. Con ellos comparto las alegrías y gozos, las esperanzas y angustias de nuestro pueblo golpeado en estos momentos”. Significa su ruptura con el régimen y la unión de la Iglesia. ¡Aleluya!

martes, 18 de octubre de 2016

El nuevo "papa negro": Ni Gobierno ni oposición tienen un plan para Venezuela

Ciudad del Vaticano, 18 oct (EFE).- El nuevo padre General de los jesuitas, el llamado "papa negro", el venezolano Arturo Sosa Abascal, explicó hoy que ni el Gobierno ni la oposición "tienen un plan" para resolver la actual situación en Venezuela.

Así lo afirmó en su primera rueda de prensa el nuevo superior de la Compañía de Jesús, elegido el pasado 14 de octubre en la 36 Congregación General, nacido en Caracas el 12 de noviembre de 1948 y que vivió en este país hasta hace dos años.

Sosa explicó que como politólogo ha dedicado la mayor parte de su vida "a comprender el proceso sociopolítico venezolano y el papel de la Iglesia en él"

"La situación en Venezuela es muy difícil de explicar a quien no vive allá", aseguró en rueda de prensa el primer no europeo y latinoamericano, al igual que el papa Francisco, también jesuita, elegido Superior de la Compañía.

El padre General agregó que como profesor universitario y analista político siempre ha reiterado "como una letanía" que "no se entiende lo que pasa en Venezuela si no se entiende que el país vive de la renta petrolera y que la administra con exclusividad el Estado".

"Esto supone que se haga muy cuesta arriba la formación de una sociedad democrática. El Estado tiene que estar subordinado a los ciudadanos porque son ellos quienes mantienen el Estado, pero (en el caso de Venezuela) es el Estado quien mantiene la sociedad y esto hace muy difícil la creación de un Estado democrático", explicó.

Añadió que este es el "modelo rentista" que "ha encabezado el comandante Chávez y que ha seguido Nicolás Maduro" y que "no se sostiene" ante un país que ha crecido enormemente y "es un gigante".

Concluyó que "lo mismo ocurre en la oposición venezolana, que tampoco tiene un proyecto rentista diferente, que es lo que se necesitaría para salir a largo plazo de esta situación en la que está el país".

Sosa insistió en la necesidad de "construir puentes" entre todos como pide la sociedad venezolana porque "nadie quiere más la violencia que existe en el país".

Sobre la misión principal de los jesuitas, Sosa afirmó que en esta última congregación se destacó la importancia de llevar "reconciliación" ante los conflictos como el de Venezuela, o a países con guerras como Siria o Irak u otros conflictos olvidados.

El nuevo padre General, cuyos abuelos eran de Santander, en España, demostró su sentido del humor cuando le preguntaron sobre si le gustaba que le llamasen "papa negro".

"No, no me gusta", dijo riendo Sosa, que explicó que la vocación de los jesuitas es la del servicio, y la del servicio al papa.

El Superior de los jesuitas es llamado "papa negro" por la importancia de esta orden, por el color de su traje y como recordó hoy Sosa porque el cargo del responsable se elige en un "cónclave" secreto y es vitalicio, aunque los últimos tres Superiores renunciaron por motivos de edad.

Se dijo "muy sorprendido" por su elección, pero aseguró que está "tranquilo" y que siente "que necesitará mucha ayuda" de Jesús y de sus compañeros.

Sosa Abascal sustituye al español Adolfo Nicolás, que como explicó hoy el nuevo Superior volverá a Filipinas para ser padre espiritual en una universidad en Manila.


Aunque tras su elección aún no ha podido hablar personalmente con el papa Francisco, sólo recibió una llamada de felicitación tras su elección, Sosa relató que conoció a Jorge Bergoglio en la primera congregación en la que participó en 1983 y después coincidieron en otras ocasiones en Buenos Aires. EFE

viernes, 14 de octubre de 2016

Carta Pública de Mario Moronta



Sr. Hugbel Roa 
Diputado a la Asamblea Nacional

De mi consideración

No suelo ni escribir ni responder "cartas públicas". Pero la intervención suya en la Asamblea Nacional este jueves 13 de octubre me obliga a dirigirle esta misiva pública por tres razones: una, ya que usted tuvo una intervención también pública donde hace mención de dos hermanos míos en la fe y la caridad, los Cardenales Jorge Urosa y Baltazar Porras. Otra, porque los juicios emitidos en esa intervención contra ellos son difamatorios y ofensivos. Y la tercera, porque siendo pastor del pueblo de Dios, en comunión con mis hermanos obispos, tengo el derecho y el deber de cuidar al pueblo de Dios en su conocimiento de la verdad.

El Santo Padre Francisco ha vuelto a manifestar su cariño hacia Venezuela al designar a Monseñor Baltazar Porras, arzobispo de Mérida, entre los nuevos Cardenales. Es un regalo para la Iglesia y para todas las personas de buena voluntad que han recibido con beneplácito y alegría está noticia: así se ha visto reflejado en tantísimas y variadas manifestaciones desde el pasado domingo 9 de octubre. A la vez es un signo de esperanza en estos duros momentos de crisis que ataca la serenidad y la sana convivencia de todos quienes vivimos en Venezuela.

De acuerdo a lo que usted se atrevió a señalar en su intervención en la AN, compruebo que es de las pocas personas que ni recibieron bien o no aceptaron la noticia ya reseñada. Usted puede hacerlo y hasta manifestar su desacuerdo. Pero eso no justifica el empleo de términos injuriosos, ofensivos y difamatorios contra los cardenales Urosa y Porras, que usted ha tenido la osadía de calumniar. Para los creyentes en Dios la calumnia es un grave pecado; para todo ciudadano es un delito que debe ser sancionado según lo establecido en las leyes del país. Como tal entonces, también obliga a quien la ha emitido a asumir su responsabilidad y a reparar los daños morales consecuencias de tan bochornoso acto.

Le escribo públicamente para manifestarle mi repudio a sus difamatorias declaraciones. Usted, además de ofender a Dios y a los señores Cardenales, ha ofendido al pueblo venezolano creyente. Espero me lo permita, ha ofendido su propia inteligencia (de usted) ya que una persona que actúa racionalmente, aún cuando no esté de acuerdo con decisiones como las del Papa, no se vale de la irracionalidad de la calumnia. Le escribí para que sepa que Baltazar y Jorge, con quienes comparto el ministerio episcopal en comunión con el Papa, son mis hermanos en la fe y en la caridad pastoral. Soy testigo de excepción -no se sí usted pueda decir lo mismo- de la dedicación de ambos por el país y por la Iglesia. Con ellos comparto las alegrías y gozos, las esperanzas y angustias de nuestro pueblo golpeado en estos momentos. Somos servidores de todos, incluso de quienes no piensan como nosotros.

Le escribo en nombre de tantos hombres y mujeres, creyentes o no, que ven reflejadas en sus palabras sentimientos que no posibilitan el encuentro, el diálogo y la reconciliación. Sus palabras dirigidas en contra de mis hermanos, sencillamente, atentan contra la verdad y el evangelio nos enseña que sólo la verdad nos hace libres (Jn 8,32). No son ni el insulto, ni la ofensa, ni la calumnia expresiones de libertad. Además mancillan la dignidad de quienes han sido difamados. No olvide que usted tiene esa misma dignidad por ser imagen y semejanza del Creador.

Le escribo para tratar de hacerle entender que ha caído en un gravísimo error. Asimismo le invito a salir de él. Por ello, así como tuvo la osadía de emitir juicios difamatorios, tenga la gallardía de pedir disculpas públicamente y reparar el daño moral causado. De hacerlo, por favor no lo haga porque se lo pide este pobre mortal, sino realícelo porque la gente sana de este país lo espera y atrévase a hacerlo con temor de Dios en su nombre y como ejercicio del mandamiento del amor que todo lo puede.

Le escribo, finalmente, para hacerle ver que su actitud (acompañada de otros gestos de violencia), lejos de servir de modelo para el pueblo lo distancian. Hoy se requiere en Venezuela de dirigentes que le den garantía a la gente para ir hacia adelante y así lograr superar la crisis que nos golpea. Pero no es con la calumnia ni con la difamación como van a ser aceptados por el pueblo quienes deben ser ejemplo de buena educación, ciudadanía y de respeto de las personas, comunidades e instituciones. Si usted se atreviera a pedir disculpas, ganaría mucho más que con la postura hasta ahora demostrada.

Quiero que sepa que les he manifestado mi fraterna solidaridad a los Cardenales Jorge Urosa y Baltazar Porras. Lo hago ante usted y ante quien sea necesario. Ellos sin mis hermanos y la ofensa difamatoria hacia ellos también es hacia mi, como lo ha sido para los miembros de la Iglesia y tantas personas de buena voluntad.

Aunque no lo crea, estoy orando por usted para que cambie sus expresiones y actúe en sintonía con la verdad. Le pido al Dios de la vida y de la verdad le otorgué la gracia de su perdón y le ilumine con la luz de su sabiduría.

Con mi atento saludo

Mario Moronta R.
Obispo de San Cristóbal

miércoles, 12 de octubre de 2016

Día de la Raza

Día de la Raza es el nombre con el que se denomina en la mayoría de los países hispanoamericanos la fiesta del 12 de octubre en conmemoración del descubrimiento de América por el navegante Cristóbal Colón en 1492.

El Día de la Raza se celebra el 12 de octubre en la mayor parte de Hispanoamérica, en España y en Estados Unidos entre otros países. Fue creado a partir del siglo XX, inicialmente de forma espontánea y no oficial, para conmemorar, una nueva identidad cultural, producto del encuentro y fusión entre los pueblos indígenas de América y los colonizadores españoles, además de la valorización del patrimonio cultural hispanoamericano. Aunque el nombre «Día de la Raza» es el más popular en la actualidad, el nombre oficial suele variar de un país a otro. En España es el Día de la Fiesta Nacional o Día de la Hispanidad, además de la fiesta religiosa de la Virgen del Pilar. En Estados Unidos es Columbus Day o Día de Colón, el Día del Encuentro de Dos Mundos en Chile y en Argentina el Día del Respeto a la Diversidad Cultural,1 o el Día de la Resistencia Indígena en Nicaragua y Venezuela, por mencionar algunos ejemplos.

martes, 11 de octubre de 2016

FAST TRACK AL SOCIALISMO DEL SIGLO XXI COLOMBIANO

¿Cuántos colombianos desplazados viven en Venezuela y que salieron de su país huyéndoles a la violencia que se desató en su Patria en el curso de los últimos 50 años, después que allí se decidió solucionar sus problemas sociales, económicos y políticos a partir del uso de la sangre de los propios hijos de ese país como recurso para una supuesta transformación?. ¿Un millón?. ¿Tres millones?. ¿Muchos más?.Lo cierto es que en las entrañas del suelo venezolano, está sembrada la experiencia y vivencia de un país históricamente hermanado que hace pocos días le transmitió al mundo el resultado de un proceso electoral que, quiérase o no aceptar, es también lección para el presente y futuro de sus vecinos.

En Venezuela, el impactante episodio, como era de esperar, se ha convertido en una especie de argumento favorable o contrario, dependiendo de la manera como las diferencias políticas lo quieran capitalizar desde su enfoque interesado. Sin embargo, de lo que no todos esos interesados se ocupan es de, desapasionadamente, entrar de lleno en el razonamiento que esos colombo-venezolanos regados por toda la nación se hacen entre amigos, vecinos y familiares.

Para ellos, es difícil entender cómo un pueblo, luego de más de 50 años de lucha a muerte y  de guerra empedernida, con un saldo terrible de más de 200.000 muertos, pérdidas materiales imposibles de cuantificar, miles de hogares destruidos y millones de ciudadanos emigrados y regados por todo el mundo escapando de penurias, puede negociar un acuerdo de paz sin que la balanza no pueda ser jamás en contra de quienes delinquieron contra la institucionalidad pública de su nación.

¿Cómo aceptar, entonces, que después de una muy prolongada jornada de negociación por la paz -condición de convivencia respetuosa que todos quisieran lograr- la mayoría de los términos conciliadores terminen siendo concesiones, casi reconocimientos y premiación a los rebeldes inconstitucionales, convertidos en aliados del narcotráfico, en propagadores de la institucionalización del secuestro como forma de delito organizado en el Continente, además de las tropelías que han sufrido  colombianos y vecinos suramericanos?

El juicio del dolor de quienes –que no de odio- se refieren al caso suscitado en su país de nacimiento, es que el lugar para debatir y llegar al acuerdo final, haya sido precisamente el país desde donde se promovió, arengó, estimuló, financió y justificó políticamente ante el mundo para que las Farc y grupos similares tuvieran vida propia y autonomía criminal, Cuba; el asiento de todos los movimientos subversivos regionales desde mediados del siglo pasado y varios de los años del actual.

¿Es que esa falsa identificación cubana por la paz en Colombia, por lo demás, componente obligado en el razonamiento y pensamiento de todo comunista, puede divorciarse del hecho probado y comprobado  de que no hubo un solo movimiento subversivo en la región durante los últimos 50 años del Siglo XX y los primeros del Siglo XXI, que no haya tenido en Cuba su punto de arrancada y formación de los activistas urbanos y rurales encargados de golpear la institucionalidad pública?. La Cuba de los Castro, una de las más longevas dictaduras del mundo, es parte interesada en la concepción y contenido del finiquito del acuerdo no respaldado por los colombianos; también, sin duda alguna, en la capitalización política ante el mundo, aun siendo asiento real de lo que se traduce como violación de los derechos humanos.

Lo otro a lo que se refieren los desplazados que analizan el caso, es a la multiplicidad de términos del “Acuerdo de Paz”, convertidos prácticamente en un visto bueno histórico a quienes subvirtieron el orden, desconocieron al Estado, crearon su propia forma de gobernar e hicieron de Colombia el epicentro mundial del gran negocio alrededor del comercio de la droga, del narcotráfico y de la muerte como consecuencia de dicho negocio. ¿Por qué entregarle a los ilegales prebendas, perdones y cuotas de poder, y, prácticamente,  sin que ellos tengan que devolver ni un centavo de todo lo ilegalmente obtenido?. 

Haberle dicho SÍ al “Acuerdo” en los términos como está planteado, sin duda alguna, habría sido la inauguración de la ruta expedita, de una súper  autopista o " Fast Track " para que la guerrilla o el futuro Socialismo del Siglo XXI Colombiano tomara el poder en menos de los próximos cinco años. De igual manera, la oportunidad de oro para que, a partir del uso de mucho dinero para repartir, además de abundante y libre ejercicio del populismo, convertir a Colombia en la futura cueva del Comunismo en esta parte del Continente, y en legítimo maridaje con quienes hoy avivan y alimentan el mismo propósito en Venezuela.

Dios aprieta pero no ahoga, reza un dicho que sale del alma de muchos colombianos y venezolanos cuando se adentran en el mismo análisis de lo que pudo ser y, por ahora, no fue. Pero también porque el NO, si bien pone sobre el tapete la situación de polarización política que reina en el hermano país, de igual manera, permite que se dé un paso de reafirmación del sentimiento colombiano a favor de la libertad y de la importancia de la participación cuando de lo que se trata es de afianzar las bases de su sistema de gobierno, la Democracia. 0rgullo, dignidad e identidad política, definitivamente, hacen hoy de Colombia otro ejemplo de similar factura moral a lo que sucedió recientemente en Argentina y en Brasil.

Pero, a todas éstas, ¿ cómo queda Venezuela en este arreglo político colombiano que, a mediano plazo, pudiera convertirse definitivamente en un lugar signado por su voluntad de vivir en un ambiente de paz?. ¿Es que las pérdidas de vida y materiales que la guerrilla colombiana de las Farc le ha causado a los venezolanos no tiene responsables?. ¿Qué hacer ante los familiares y víctimas venezolanas de secuestros, muertos o desaparecidos en manos de la guerrilla?. ¿Hay algún doliente en las altas instancias gubernamentales venezolanas dispuesta a demandar respuestas en este caso?. ¿Y el Gobierno colombiano no se siente moralmente obligado a que, entre perdones y abrazos internos, se tome en cuenta que en los países vecinos también existe una alta y considerable deuda por la que los beneficiados del 2016 también tienen que entregar cuentas y pagar culpas?.

Para los colombianos que analizan su caso en suelo venezolano, en su “segunda Patria”, como califican a Venezuela, el asunto es que al Gobierno Nacional le corresponde “amarrarse los pantalones”. Pero no para, como ya sucedió y lo vio todo el mundo, que ningún Ministro venezolano  le rinda culto o haga carantoñas a un “camarada” pacificado. Sí para que los dos gobiernos cuantifiquen daños causados, se  establezca una compensación por los mismos y se le informe a las familias venezolanas cuyos miembros fueron afectados. También, desde luego, para que se evite la conversión de Venezuela en el refugio 5 estrellas para quienes se nieguen a dejar las armas y los que insisten en vivir de las bondades y ventajas que les garantiza el negocio de los estupefacientes. Es decir, de esa especial e ilícita actividad que, a decir de propios y extraños a Venezuela y a Colombia, de organismos nacionales e internacionales, pareciera estar sucediendo no hace poco tiempo.

                                                                                                                                                                     
                                                                                                                                                                                                                              Egildo Luján Nava
                         Presidente de Fedecámaras Miranda y Director de Fedenaga

lunes, 10 de octubre de 2016

Los rorros de la cochambre

En diversos evangelios, Jesús habla de los niños y dice  que tienen el alma sincera, un corazón inmaculado y permanecen en la sencillez de sus pensamientos; los ama y abraza. Cristo demuestra su gran amor por los más pequeños de la casa y nos invita, como padres, a seguir  ese  camino como requisito indispensable para llegar al Reino de los Cielos.. En Jesús no hay violencia  física ni verbal. Es el ser humano, hecho a imagen y semejanza de Dios,  quien camina por espacios de vida o muerte, quien olvidando su compromiso con la vida, echa a la calle al jardín  más hermoso que crece en el hogar: Los niños.

Caracas y otras ciudades de Venezuela  se encuentran ocupadas por un sin fin de problemas, entre los que sobresalen los niños y jóvenes de la calle. Ellos salieron del seno familiar buscando una alternativa de vida y encontraron en las vias, la sobrevivencia y marginación, por cierto, muy parecida a las de su hogar, pero con una gran ventaja: La libertad. Han ganado los espacios públicos a fuerza de golpes y sacrificios,  han desarrollado en las calles no sólo un modo de vida, sino toda una cultura callejera, de la que poco entiende nuestra sociedad.

Desde el comienzo de la humanidad, el más débil de la casa siempre ha sido perseguido y tenido como esclavo en las diversas culturas. Según la Biblia, Moisés, con dos meses de nacido, fue perseguido por Faraón. El evangelio de San Mateo relata que el rey Herodes mandó a matar a los niños menores de dos años, al verse burlado por los Reyes Magos, quienes regresaron a sus países por rutas diferentes para no revelarle dónde estaba el Mesías.

En el oriente venezolano, una zona llena de riquezas, donde el régimen  derrocha 200 millones de dólares en una cumbre, un grupo de recién nacidos, abrió sus ojos sin imaginar estar durmiendo en un objeto proveniente de la basura. Allí mismo, hay denuncias de bebés fallecidos y persecución a médicos para que no cuenten la verdad. En otros centros asistenciales, la desnutrición es alarmante y los chiquillos   regresan a las aulas de clase  con la incertidumbre  de no tener comida.

En los principales basureros del país,  los rorros  se deslizan por el lodo que se acumula en las arterias que recorren los espacios donde viven los no atendidos por los dirigentes del régimen. Jesucristo no solo se compadeció de los pobres y desasistidos sino que se interesó por sus necesidades, a tal punto que él y sus Apóstoles tenían un fondo común para ayudar a los necesitados.  En Venezuela el régimen proporciona cartones para dormir y bolsas de basura para alimentarse.

*Coordinador Nacional de “Gente” Generación Independiente

@alvareznv

martes, 4 de octubre de 2016

El Abastecimiento Milagroso


Tres curiosas garantías gubernamentales describieron el final del noveno mes del año: “lo peor de la crisis económica del país ya pasó; la economía entró en su proceso de estabilización y vamos a la recuperación; y octubre es el mes del pleno abastecimiento”. Es decir, dos hechos iniciales, presuntamente consumados, se convierten en garantía de que los venezolanos, tranquilamente, pueden sentarse a esperar lo mejor: la posibilidad de adquirir los bienes esenciales para satisfacer sus necesidades básicas. Y lo máximo: sin tener que hacer tediosas, fastidiosas y humillantes colas.

Escuchar eso que salió de boca de, por lo menos, dos o tres ministros y voceros políticos gubernamentales de ocasión, no le lució extraño a ningún venezolano medianamente informado; o interesado en la información. Después de todo, falsear la verdad, construir mentiras o hacer anuncios que no pasan de ser anuncios -porque ni siquiera llegan a la fase de diseño- es ya parte del puente que relaciona al Gobierno con la sociedad, al Estado con la población venezolana.

No obstante, sí llamó la atención la parte concluyente de la nueva campaña que, a todas luces, ofrecía más características de propósito electoral que de respuesta auténtica al grave problema del desabastecimiento y del hambre que acompañan a millones de ancianos, adultos, jóvenes y niños; damas y hombres, por igual. Lo del abastecimiento. Porque sólo hay abastecimiento cuando se produce, cuando se importa, cuando la estantería del comercio formal ofrece abundancia, variedad y tantos tamaños y formatos de artículos, que pueden ser adquiridos de acuerdo a la capacidad de compra de cada familia o de cada individuo.

El abastecimiento que se está ofreciendo en estos días, está atado, a decir de los voceros gubernamentales, al hecho de que los dólares que utiliza el Gobierno a su mejor saber y entender, han venido siendo empleados acertadamente en la compra de insumos y de materias primas  en variedades y cantidades suficientes, para que la industria procesadora se ocupe de manufacturar y de atender la demanda del mismo importador. No del comercio ni del comerciante. Tampoco del cumplimiento venezolano con los suplidores internacionales que, confiados en la seriedad y calidad de las relaciones de trabajo de muchos años, despacharon a Venezuela  y a la atención de  particulares, miles de contenedores con las compras que ahora hace el Estado en nombre del país.

No hay que olvidar que aquí ahora se produce es para atender a la estructura comercial y distributiva del Gobierno. Esa que bautizaron como Clap, y que, en razón de su supuesto éxito, ha pasado a convertirse en el modelo ideal para la probable siembra de yuca, la producción de pollo, la cría de cerdos y hasta el posible ensamblaje de naves aeroespaciales, si fuera posible.

En atención al nuevo escenario, lo que quiera vender el comercio formal depende de lo que permita la administración de la policía de los precios justos. Porque se trata de bienes regulados que no caben en bolsas o que son necesarios para llegarles a los consumidores que no se entienden con consejos comunales o con la estructura burocrática que, pomposamente, se exhibe como guardianes para la protección del pueblo y que los ciudadanos,simplemente, conocen como colectivos.  

También se está ofreciendo el citado abastecimiento porque, a partir de las más inverosímiles como más truculentas maneras de brincarse las restricciones establecidas en el régimen de control de cambio, ahora las importaciones pueden hacerlas las gobernaciones de los estados fronterizos, sin que los gobernados locales conozcan la base legal y administrativa que rige el susodicho mecanismo. Es cierto, se trata, en muchos casos, de la importación de productos que están sometidos a férreos, rígidos e inmaculados controles de precios para lo que se produce en el país.  Sin embargo, basta con la garantía importadora de que los precios de venta estarán por debajo de la modalidad comercial postrevolucionaria conocida como “bachaquerismo”, para que lo que derive de allí, es decir, la posibilidad de la compra, sea un problema del consumidor, indistintamente de su condición social; mejor dicho, de su nivel de ingreso. No del Gobierno central. No del Gobierno regional. Si, acaso, del comerciante.

Con base en semejantes condiciones, y de acuerdo a esa multivariedad de posibilidades productivas, importadoras y comerciales, desde luego, no hay burócrata que se resista a decir que octubre es el mes del abastecimiento. Por supuesto, habría que saber si está dispuesto a garantizar dicha posibilidad para los otros dos meses que restarían del 2016 y los 12 de 2017. Porque antes habría que solventar otro trío de tesis o de situaciones -que no garantías- en vista de que se trata del refuerzo imprescindible para que eso suceda: que la oferta basada en las sui-géneris negociaciones internacionales siga funcionando, si se producen cambios en los gobiernos fronterizos; que la hiperinflación no desarrolle su capacidad de posicionamiento definitivo, hasta que alguien destruya su base de sustentación; y que la producción primaria y manufacturera nacional, forzada por esta realidad y el cada vez más poderoso avance del hamponato dominante en contra de quienes poseen bienes de fortuna en el país, no se vean obligadas a claudicar definitivamente; a dejar de producir.

Es verdad, sin duda alguna, que a los oídos de cualquier venezolano de ese 80% de la población que está identificada como “en situación de pobreza”, incluyendo a la también ubicada en condición de “pobreza extrema”, que le hablen de abastecimiento pleno para un mes, no le suena nada mal. Pero sí le sucederá lo contrario cuando se percate que el o los bolívares que lleva en el bolsillo, si ya no le alcanzan para financiar tantas veces cuando sea necesario para hacer uso del transporte público, mucho menos serán suficientes para comprar harina de maíz precocida importada desde Colombia, o azúcar comprado en Brasil.

¿Y qué pensará o dirá, además, cuando ya no sea un modesto asalariado de cualquier empresa venezolana que debió cerrar como consecuencia del empecinamiento con el que se mantiene funcionando este desorden administrativo, y su nuevo ingreso tendrá que salir a buscarlo en abierta competencia con los otros más de 7 millones de venezolanos que están dependiendo de lo que les depara la economía informal?.

Definitivamente, no es un abastecimiento milagroso, efectista o de mentira lo que necesitan los venezolanos actualmente. Sí una respuesta gubernamental que se resista a no dar pasos atados a su imperioso sometimiento de evitar el pago de costos políticos. Porque, como van las cosas, y ante la negativa de esa misma estructura administrativa a aceptar que perdió hasta el sentido de su propia autovaloración mínimamente útil como Gobierno, no hay grito que se autocontrole, reacción social que no se incremente, y reclamo de cambio que no se convierta en mayor rechazo a lo que se está viviendo, y a quienes identifica como responsables absolutos de su tragedia.

Egildo Luján Nava
Presidente de Fedecámaras Miranda y Director de Fedenaga