Se acerca otro proceso electoral, que como todos los anteriores, no
estará exento de sospechas, entre otras cosas, porque al gobierno le
interesa mantener las dudas para lograr dos objetivos: desanimar a los
opositores que dudan del destino de su voto y disminuir el posible salto
de talanquera de las personas que reciben algún tipo de ayuda del
gobierno, ante la incertidumbre del secreto del voto.
No quiero entrar en polémicas con quienes rompen lanzas por la tesis
del fraude electrónico, solo deseo dejar claro que no creo en el fraude,
pero si en sus efectos malignos. Es cierto que en el proceso electoral
venezolano existen otros mecanismos fraudulentos tan perversos como el
electrónico, tales como el voto asistido, la utilización inmoral de los
recursos públicos y la derivación del famoso “pa’mí, pa’tú” inaugurado
en democracia y que ahora se convirtió en el “pa’mí, pa’mí” en tiempos
de revolución.
Una abogada me contó que en anteriores procesos electorales, el hijo
de una alcaldesa de Barinas, se ubicaba al frente de la máquina de
votación tapándola con su humanidad y cuando las personas se acercaban a
votar, él marcaba la opción y les entregaba el ticket impreso para ser
introducido en la caja. La abogada denunció la irregularidad ante el
representante del Plan República, quien le contestó: “Ciudadana aquí
todo está tranquilo, quien está alterando el orden publico es usted y si
persiste en su actitud, me veré obligado a detenerla”. ¿Alguna vez
cruzó por su mente que en nuestro país existiera un estado donde el voto
no fuera secreto? Averígüelo, se lo dejo como tarea.
La observación electoral, como se hace en Venezuela, sirve para
convalidar un fraude cualitativo que se inicia en la etapa preelectoral y
se concreta cuantitativamente el día de las elecciones. Este proceso de
observación debería comenzar, por lo menos, 6 meses antes de las
elecciones y culminar un mes después. Lo demás es ignorar todas las
aberraciones que se cometen con los recursos del Estado comprando
conciencias y chantajeando voluntades. Los vehículos y personal de la
FANB mezclados con activistas políticos vestidos de rojo, al servicio
del oficialismo son el fiel reflejo del ventajismo electoral.
Por ultimo, le pregunté a un opositor abstencionista si alguna vez
votaría por esté gobierno. Airadamente me respondió que no. Le dije que
en una confrontación electoral directa, cada voto vale dos, porque
cuando le sumas uno a tu grupo y restas uno al contrario, y además no
votas, nunca podrás garantizar que otra persona no lo haga por ti. Si
eso es así ¡nunca más dejaré de votar”! afirmó el abstencionista.
*Coordinador Nacional de “Gente” Generación Independiente
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