miércoles, 9 de septiembre de 2015

Leszek Kolakowski: filósofo marxista

Leszek Kolakowski abandonó Polonia en 1968, no sin antes haberse doctorado por la Universidad de Varsovia, para recalar primero en la Universidad de Berkeley, en California, y, más tarde, en Oxford. De ese mismo año de 1968 es su libro Hacia un marxismo humanista. Ensayos sobre la izquierda de hoy. Era entonces un pensador que batallaba todavía por rescatar las ideas de Karl Marx del fango en el que las había embarrado la historia.
Las autoridades de su país le habían dado ya un buen coscorrón un par de años antes por sus ideas reformistas, que formaban a la juventud "en unas ideas contrarias a la tendencia oficial del país": le expulsaron de su cátedra universitaria. El poder en que se había materializado el viejo sueño igualitario del marxismo no se andaba con tonterías: quienes no estaban con él, estaban contra él.

Fueron, sin embargo, las 1.200 páginas de Las principales corrientes del marxismo las que le dieron más fama. La obra se publicó en 1976 en tres volúmenes (Los precursores, La edad de oro, La crisis), escrita en polaco, y Kolakowski daba cuenta ahí de la abrumadora sabiduría que había acumulado a propósito de la materia que trataba.Exploró también las tendencias milenaristas de la filosofía medieval y, más adelante, se ocupó de Spinoza, de Locke (de quien trató cuando investigaba los fundamentos morales del liberalismo moderno), de Hume y de la filosofía analítica hasta el Círculo de Viena, entre otras cuestiones.
Esta vez, sin embargo, no lo guió el afán de salvar las ideas del manifiesto fracaso político en el que se habían traducido sino que operó con la extrema libertad del que puede tratar con autoridad los disparates de las modas (se ocupó con un distante desprecio de la Crítica de la razón dialéctica, de Jean-Paul Sartre, o del marxismo campesino de Mao, por ejemplo) y machacar sin que le tiemble el pulso a quienes, desde Occidente, habían pretendido justificar lo injustificable: el comunismo de los países del Este.


Analizó con todo detalle las contribuciones de los fundadores y herederos inmediatos, supo ver la eficacia con que Karl Marx combinó la ilusión romántica con el determinismo histórico y recorrió con toda minuciosidad las ruinas a las que condujo una filosofía que sedujo a las mejores inteligencias del siglo XX. 


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