lunes, 30 de mayo de 2016

Macondo o Venezuela

Venezuela se ha convertido en un lugar tan extraño, que uno casi juraría que nada de lo que vea u oiga podría alarmarlo, pero siempre queda algún resquicio por donde se cuela la duda. Para confirmar esto les relataré algunos casos que han vapuleado mis apreciaciones en los últimos días.

Un amigo conocedor del tema  de alimentos regulados me contó que las colas para comprar estos productos se forman desde la madrugada, esto no es novedad, lo que sí puede serlo, es que a eso de las 6 de la mañana llegan unos personajes mal encarados y se dirigen a los que están de primeros y les dicen: “Usted va en el lugar 101 porque las personas que le anteceden están a punto de llegar” .Negarse a tal arbitrariedad, en un país sin ley,  es arriesgar la  vida, por lo tanto la persona no tiene más remedio que aceptar el atropello. Los mafiosos tasan cada puesto en 4 mil bolívares, por cada abasto o supermercado que controlan, obtienen 400 mil bolívares diarios. Si se multiplica por la cantidad de puestos de venta que hay en Caracas, por solo tomar como referencia una sola ciudad, creo que pronto podrán prestarle recursos a PDVSA.

Siempre me ha llamado la atención la cantidad de personas que, en determinados sitios de la ciudad, se congregan alrededor de sus carros para charlar y compartir bebidas alcohólicas a un menor precio. Hasta allí todo bien, pero me dijo uno de los habitués que la crisis económica es tan fuerte que las parejas no tienen dinero para pagar “los botes del amor”, motivo por el cual apareció la figura de los carros moteles, que por un módico precio les permiten sostener sus encuentros amorosos. Si alguien se sorprende por los movimientos de un carro, le responden: “Tranquilo, unos amigos se están divirtiendo”.

Ahora tenemos revendedor de revendedores, porque los revendedores habituales no consiguen mercancía ni para ellos y ahora están buscando para garantizar su propio sustento. Igual pasa con las personas que ejercían la economía informal, ante los altos precios y la escasez, ahora están siendo desplazados por los nuevos oferentes,  quienes amenazan con transformar el antiguo oficio de los manteleros.

El gobierno fijó un precio de Bs. 190 para la harina precocida, los revendedores fijaron su precio justo en 1500 si la compra por bulto, pero si es por unidad, el precio podría superar fácilmente los 2 mil bolívares. ¿No sería mejor liberar este y otros precios para que la gente pueda conseguir todos los productos que puedan pagar? Si no lo hacemos así, ¡la carreta continuará delante de los caballos!

*Coordinador Nacional de “Gente” Generación Independiente
@alvareznv

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