lunes, 25 de julio de 2016

NADIE TIENE UNA BOLA DE CRISTAL PARA

De repente, Venezuela pareciera haberse convertido en una gran Plaza Bolívar en la que han convergen espontáneamente miles de ciudadanos, en procura de lo obvio.

Y lo obvio en este caso es tratar de saber quién de los vecinos tiene más y mejor información sobre lo que está sucediendo actualmente en el país. Pero, además, cuál es la fuente madre de dicha información para saber si goza de credibilidad o, simplemente, lo que se dice no pasa de ser “una bola más”.

Lo cierto es que si el interesado lo que necesita es entretenimiento y no verdadera y seria información, evidentemente, está buscando es circo. Y no nada serio. Por lo que esa búsqueda pudiera terminar rápido y fácil: dedicándose a hacerle seguimiento a lo que se expone en todas las cadenas de radio y televisión que se difunden en el país.

También lo puede hacer dedicándole atención, mucha atención, al contenido de las reflexiones que hacen dirigentes políticos afines al Gobierno en cualquiera de las centenares de emisoras de radio y televisión que dirigen y usan a su antojo, y que, por supuesto, no emplean para informar sobre lo que sucede. Sino para darle salida a lo que les interesa que se sepa, aunque también en el medio de lo que también es obvio: el sesgo del interesado en demostrar que “está en algo”, indistintamente de que los asistentes a la Plaza sepan perfectamente que “no está en nada”.

Haber planteado en Formato del Futuro…la inquietud de ¿Padrino de Qué y para Qué? sirvió para que afloraran abundantes interrogantes entre lectores, analistas, observadores y “sesgadores”. Y la cuantificación y calificación se ha traducido en el reconocimiento del predominio de  la incertidumbre y de la desesperanza; también en la aceptación de que “aquí todo el mundo está envuelto en una especie de limbo  mental”. Aunque no son pocos los que en cualquier rincón del país actúan dependiendo de la administración de un limbo individual. Porque si algo impresiona es transitar por cualquier ciudad o pueblo, y apreciar un enjambre de caras propias de una marejada de zombies que caminan a la deriva, mientras gruñen hasta rabiar, a la vez que exhiben y dan a conocer frontalmente su aceitada artillería de agresividad.

0tro grupo de opinadores, críticos y hasta cuestionadores, en cambio, ha dicho que militar no aplaca ni quita el hambre. Y menos si aun habiendo dispuesto del conocimiento del diseño, implementación, administración y dominio absoluto de lo que ha sucedido y está sucediendo en el gravísimo tema de la escasez de alimentos, pasó por alto la estratégica importancia de impedir que las tropas uniformadas fueran sometidas a la obligación de adelgazar obligatoriamente. Mejor dicho, a vivir la experiencia de los civiles con su nueva característica, que no es otra que ser delgados -o flacos-  también a la fuerza. De hecho, la broma venezolana hace pasto diario y permanente acerca de qué es lo que sucede, y ella lo resume en dos expresiones: “el madurazo” o "La Dieta Maduro".

Que un civil tenga que someterse a la obligatoria y diaria tarea de conseguir los alimentos de la dieta básica y poder comprarlos en razón del reinando inflacionario en el país, es una triste, dolorosa e injustificada experiencia  que viven millones de venezolanos no uniformados desde hace tres años. Padres y madres responsables que hoy adelgazan, inclusive, pueden describir en qué consiste esa dura tarea de impedir que su familia pase hambre. Pero resulta sorprendente -¿o alarmante?- que en razón de las implicaciones que eso tiene paredes adentro en cualquier instalación militar, “el madurazo” arañe y agriete las paredes estomacales de miles de ciudadanos que ahora tienen a su cargo la tampoco fácil tarea de hacer posible el abastecimiento soberano en todo el territorio nacional.

Hay que identificar problemas, determinar estrategias  que permitan hacerle frente a las causas de los mismos, y poner en marcha las decisiones y las acciones. Es de lo que sí están convencidos quienes respondieron a las interrogantes expuestas. También de que no se puede perder de vista que para poder comprar lo que en Venezuela se denomina la Canasta Básica Alimentaria y atender satisfactoriamente una familia de cinco miembros, se necesita  mensualmente una cantidad de dinero equivalente a 16 salarios mínimos, según el monto oficial, y que totaliza más de 277 mil bolívares.

¿Qué trabajador venezolano con un salario diario de menos de la equivalencia de un dólar en el mercado no oficial puede hacerle frente a dicha responsabilidad familiar?. Mejor dicho, ¿cómo hacerlo con un salario de miseria, y en un ambiente laboral en el que las empresas  subsisten y el patrón Estado tiene que devaluar y producir dinero inorgánico para atender su altísima nómina, y abultada en gran parte por razones clientelares?.

Por supuesto, en esa curiosa Plaza Bolívar en la que se ha convertido Venezuela, cómo evitar que, en un entorno con rostro de tragicomedia, abunden y se engendren más y más preguntas: ¿Qué está sucediendo?. ¿Qué va a pasar? ¿Habrá Referendo? ¿ Se celebrarán elecciones de Gobernadores? ¿Qué logrará finalmente la nueva súper Misión?. ¿Podrá Padrino solucionar esto?. ¿Lo forzará la propia crisis a torcerle la arrogancia a quienes desde el mismo Gobierno hacen malos chistes sobre las innegables e indiscutibles crisis alimentaria y de medicamentos que sufre la población venezolana? ¿En qué ruta política se está moviendo realmente Venezuela?.¿ El Presidente Maduro va a renunciar o ya renunció ?.

En fin, no está prohibido pensar. Y no se detiene la multiplicación de preguntas que revolotean en la cabeza de la mayoría de los venezolanos de día y de noche; de noche y de día.

Es irresponsable plantear repuestas. Cada quién tiene la suya.  Ninguno de los actores y opinadores de oficio en forma independiente tampoco pueden ofrecer soluciones. Lo positivo es que predomina la firme creencia de que la solución está entre todos; en la oportunidad de concertar sin claudicar; de apartar odios reales y aparentes.

Triste que el país dependa hoy de mediadores extranjeros para alcanzar entendimiento y consenso. Porque es que todavía luce poderosa la creencia  de que en el territorio nacional abundan personalidades con calificados méritos, comprobadamente imparciales, con preparación, criterios no sesgados y respeto para construir esa nueva relación que haga posible las urgentes soluciones. Las Academias, la Iglesia, los Gremios, ilustres Ciudadanos, entre otros,  que hubieran permitido “lavar los trapos sucios en casa”.

Lo increíble, entonces, es que la difícil y más exigente tarea ha quedado a cargo de  tres Expresidentes de otros países. Y, sin duda alguna, la incorporación de la Iglesia Católica ofrece un importante toque de confianza. Sin embargo, todos estos señores no podrán hacer nada si los actores de la contienda no dejan de ser combatientes y se convierten en remeros del mismo bote que tiene que ir en un solo rumbo y a la mayor velocidad posible.  Su primera gran tarea, sin duda alguna, pasa por reparar el bote. Porque está haciendo agua y hay que impedir su hundimiento.

Luego de repararlo, los remeros deberán definir cuál es el rumbo a seguir. Y, por supuesto, dejar en mano de los remeros más calificados  la misión de  remar duro y parejo para lograr llegar a la meta. Si deciden hacerlo entre el revanchismo, el odio y la venganza, nadie podrá evitar que esa pesada carga imposibilite el desplazamiento del bote. Por otra parte, el Capitán tiene que ser Capitán: no juez; arte y parte; vengador o salvador; cazador de falsos o verdaderos culpables. Algún día la justicia tiene ser justa. “Quien no la debe, no la teme”.

Hay que remar juntos. Ese tiene que ser el propósito final. Hasta entonces, hay que impedir que las conjeturas y la creatividad criolla en el medio de la oscuridad se ocupen de dudar que sí existe posibilidad de contribuir para que las crisis terminen por ser las grandes oportunidades, inclusive la del entendimiento. Soluciones hay y abundan. Pero hay que remar juntos. Y hacerlo convencidos, además, de que si bien hoy aquellos que están distantes de lo que pudiera estar sucediendo y consideran que carecen de una bola de cristal para deducir qué sucederá entonces, eso no les debe llevar a desestimar la urgente necesidad de sumar conciencia y aportes a favor de alcanzar salidas.

Si se rema juntos, a Dios no se le hará imposible participar para que los venezolanos, finalmente, lleguen a puerto seguro.
                                                                
Egildo Luján Nava
                                                                                                               Presidente de Fedecámaras Miranda y Director de Fedenaga--

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