lunes, 7 de noviembre de 2016

El DIÁLOGO ES PARA TRATAR DE COINCIDIR

Formato del Futuro…
                     “Si me faltó arrojo para atacarlo, jamás incliné la cabeza al bárbaro y tuve siempre el valor de conciencia”
                                                                                                              
                                                                                                                                                                                         Fermín Toro


En términos económicos, la situación venezolana no tiene una denominación que la tipifique por su enorme complejidad. Está castigada en todos los índices que califican los comportamientos económicos del país.

La situación social es igualmente de altísima preocupación, afectada hasta en las cosas más básicas e importantes como son: hambre, salud, educación y seguridad. 

Luego de mucho tiempo transcurrido y de ir de mal en peor, con riesgo de entrar en una confrontación que podría ser de mucha violencia e incluso hasta una guerra civil, finalmente, las partes en discordia aceptan someterse a las exigencias de un diálogo.

Se admite la discordia. Se reconocen las diferencias. Pero también, quizás influidas esas mismas partes por la inconveniencia de una costosa y siempre evitable confrontación, se procura coincidir; llegar a algún entendimiento con la mediación de importantes delegados externos, incluida la muy calificada presencia del Vaticano.

Para que esta iniciativa tenga resultados positivos, es imperativo entender que, en una gran mayoría, son los ciudadanos los que piden entendimiento y un cambio de rumbo para Venezuela. Es decir,  no son los partidos políticos de oposición. Tampoco los que hacen causa común con el Gobierno. Son los millones de pobres, los millones de empobrecidos y los centenares de miles que tienen en su agenda de vida la posibilidad de huir de su Patria, los que lo exigen casi a grito, ya que son –y se sienten- los verdaderamente afectados. Los que están viviendo entre calamidades y sin saber si aquellos que se consideran líderes, sus representantes accidentales en un proceso histórico del que aún nadie sabe qué saldrá, estarán dispuestos a sacrificar intereses individuales o grupales, a cambio de servirle a sus compatriotas.

Es importante, muy importante la responsabilidad que tienen en sus manos los que hoy se sientan alrededor de una mesa de trabajo para dialogar. En el medio de una seria y severa diferencia de maneras de concebir su desempeño político, su papel, su rol es el de propiciar coincidencias, entendimiento y acuerdos que se conviertan en hechos concretos. Una vez más, el futuro de siempre millones de familias y de ciudadanos venezolanos depende de esas voluntades. Si ellas no funcionaran porque fueron conculcadas por intereses distintos a los de esa mayoría afectada, una vez más, el camino hacia el desarrollo de la nación y de sus habitantes, estaría siendo puesto al servicio de aquello a lo que hoy se niega el país: al del seguir a la cola del avance continental.

Definitivamente, hay que trabajar en la construcción de coincidencias, especialmente de las que permitan convertir a Venezuela en un ejemplo de transformación y de avances. De las que hagan posible enrumbar y corregir el camino en pro del desarrollo integral. Por supuesto, eso implica, desde ya, erradicar el permanente uso del disparo a quema ropa de insultos e improperios; de la fertilización constante  de odios.

Ha llegado el momento de sacrificar intereses personales. De admitir que se ha incurrido en errores y que para hacer posible el país en el que se añora vivir, trabajar y prosperar, se deben identificar debilidades, deficiencias y capitalizar ventajas productivas y competitivas de manera inteligente. 

Los mediadores, desde luego, deben ser facilitadores del diálogo; no árbitros de un ensangrentado ring de boxeo. Tienen que establecer reglas para el debate y trabajar con base en una lista de propuestas de cada una de las partes. Es fundamental determinar qué es lo urgente y lo importante; lo impostergable. Y seleccionar el orden de discusión de dichas razones. Además de propiciar un estable y respetado acuerdo de cordialidad en cada una de las mesas de discusión. También descartar la recurrencia individual a la imposición de sentimientos adversos y rencores personales, en el momento de no coincidir.

Los representantes y mediadores en conjunto, de igual manera,  deben propiciar una recomendación pública, instando a voceros externos y ajenos a no dar declaraciones incendiarias o contrarias a lo que implica una posible reconciliación. Esto debe incluir al propio Presidente de la República, hasta la escala de menor representación ciudadana.

Como en las guerras,  se deben declaran treguas por determinado tiempo. Y esas treguas, oportunamente, tendrían que ser la aceptación compartida de que todos los venezolanos, sin distinciones ideológicas, sociales, religiosas y hasta culturales, hoy son víctimas de los peores componentes de una guerra: la escasez de alimentos y de medicinas; la inseguridad; la violencia; el odio. Y que mientras se debate, se dialoga y se trata de formalizar acuerdos, la ciudadanía no puede seguir siendo sometida a interminables situaciones de incertidumbre, zozobra y de desesperanza.

Venezuela es la que está el juego. Y, definitivamente, NINGÚN venezolano tiene derecho a arriesgar la paz y el bienestar colectivo. Hay que convertir en victoria histórica, la oportunidad de dialogar. Desperdiciarla pudiera ser el comienzo de una fase de tragedia y dolor. De una indeseable situación que provocaría el surgimiento del peor de los escenarios, y que hoy ya es motivo de seria preocupación en el resto de Latinoamérica.
        
                                                                                    Egildo Luján Nava
                                     

                                                      Presidente de Fedecámaras Miranda y Director de Fedenaga

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