jueves, 27 de julio de 2017

La gran farsa

Emiro Rotundo Paúl

La gran farsa

Defendemos la Constitución chavista y luchamos por ella, porque frente a la alternativa de la Constitución madurista, aquella se transmuta en la carta magna celestial. Nunca nos ha gustado del todo esa vigésima sexta versión chavista del ensueño constitucional criollo iniciado el 19 de Abril de 1811, que aún hoy sigue siendo un anhelo insatisfecho. La Constitución de 1999 nos parece gramaticalmente pesada, innecesariamente extensa e inconvenientemente escorada del populismo y presidencialismo de su promotor. Además, la “bicha” es una Constitución de naturaleza virtual, porque nunca ha tenido verdadera vigencia. Sus cláusulas sociales no han sido satisfechas y sus principios democráticos han sido ignorados. No existe el “Estado democrático y social de justicia”, “descentralizado, participativo, alternativo, responsable, pluralista y de mandatos revocables” que prescriben los artículos 2 y 6 de la misma. El propio Chávez la desconoció cada vez que sus disposiciones colidían con sus proyectos. Su heredero, Nicolás Maduro, siguiendo la costumbre de su predecesor, hace tiempo que la convirtió en letra muerta.
No estamos luchando solamente por la supervivencia del librito azul, sino principalmente por la instauración, cuando sea posible, de un nuevo paradigma constitucional que nos libere del maleficio que nos oprime desde hace más de 200 años, que nos condena, una y otra vez, a dar rango constitucional a fines bastardos encubiertos con atuendos patrióticos y nobles, mediante constituciones efímeras, bautizadas con los nombres y los apellidos de los dictadores y caudillos que las impusieron, y cuyos intereses particulares han impedido el logro de los fines nacionales. Esas falsas constituciones, que se formulan y reformulan constantemente, que se estudian en las aulas universitarias, que se confeccionan en parlamentos sumisos, que se sustituyen unas a otras, y que terminan siendo instrumentos de dominación y corrupción en manos de los presidentes, los magistrados y los jueces de turno, deben ser erradicadas de nuestra vida republicana y sustituidas por una Constitución definitiva, auténtica, sobria, viable, honorable y perdurable.
Es factible, y debemos estar preparados para ello, que perdamos este primer combate contra la asamblea nacional constituyente convocada ilegalmente por Maduro para imponer su fines inconfesables. El gorilón tiene las armas y las usa sin piedad contra el pueblo venezolano, que no es el suyo, hay que repetirlo siempre. Pero la pérdida de esa batalla no significa la pérdida de la guerra contra la arbitrariedad y la tiranía. Será un triunfo pírrico del heredero de la “revolución bolivariana”, que no impedirá su caída a corto plazo.
El telón de Aquiles del régimen chavista-madurista (no hay que olvidar esta dual condición del proceso) es el enorme bloque de problemas económicos, políticos y sociales que el chavismo no puede resolver con su inservible sistema de gestión, ni con ninguna Constitución, porque no basta con querer las soluciones e imprimir esos deseos en papel, por más constitucional que el papel sea, para que estos se hagan realidad. Si así fuera, las 26 constituciones que hemos tenido a lo largo de nuestra historia permitirían resolver nuestros problemas hasta el fin de los tiempos.
La opción del diálogo, la paz y la reconciliación nacional, que supuestamente facilitaría la ANC madurista, se hace imposible con esa convocatoria unilateral y sectaria. Las decisiones de esa asamblea constituyente, que no estarán guiadas por los fines ofrecidos, sino por el propósito de mantener a Maduro en el poder e imponer el sistema castro-comunista en Venezuela, no serán reconocidas por la inmensa mayoría del país, ni por el conjunto cuasi unánime de los países del mundo. El régimen quizás piense que podrá utilizar la ANC como un recurso de negociación en su afán de sentar nuevamente a la oposición en una mesa de diálogo para seguir ganando tiempo y correr la arruga electoral hasta donde sea posible, pero esa treta pueril no tendrá éxito. Después de tantos muertos, heridos, torturados y presos ningún líder opositor aceptará semejante invitación. El gobierno seguirá cargando su gallo muerto hasta que se cierren sobre él las puertas del infierno.

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