Noel Álvarez*
Bajo
esta terrorífica amenaza por parte de quienes ofrecen una supuesta protección
al margen de la ley, viven comerciantes, dueños de finca, ciudadanos, en gran parte del territorio
nacional. Las víctimas del chantaje
sospechan que quien los amenaza, podría formar parte de los organismos que deberían
defenderlo de la acción del hampa.
Cuando
uno ve las películas de las mafias de Chicago o cuando lee lo que pasa en Colombia, piensa que eran otras épocas o consecuencia de un país en
guerra. La pesadilla del terror está tocando
a nuestras puertas. Las historias son
espeluznantes. El propietario de
un modesto negocio en el centro del país cuenta que debe pagar 25 mil bolívares
semanales de protección y que además desistió de abrir otro negocio porque la suma que pedían por la
“vacuna” era exorbitante. Historias como estas se repiten, los sucesos que
registran los medios de comunicación dan cuenta de una escalada del hampa, los
organismos de seguridad del Estado parecieran no contar con la cantidad de
hombres y equipamiento para enfrentar a los malvivientes, a las mafias
organizadas.
En
una hacienda en Trujillo, acaban de asesinar una persona porque se negó a ser
extorsionado. Miles de personas en toda Venezuela son amenazadas con secuestrar,
asesinar a sus familiares, si no pagan una
determinada cantidad. Yo viví una terrible experiencia como esa. En la carretera
vieja de Mariara los antisociales, portando armas largas, montan alcabalas móviles,
bajan a las personas de los carros, las
roban, algunas son violadas y hasta asesinadas.
Además
de los robos masivos, tipo comando que están ejecutando en Caracas, el cobro de
“vacuna” se está multiplicando en la ciudad capital. Hace escasos días mataron
a un comerciante colombiano en la Candelaria porque se negó
a ceder ante el intento de extorsión. Indague entre otros comerciantes de la
zona, la respuesta fue que eso está pasando desde hace tiempo, pagan para salvar sus
vidas, la de su familia, para preservar
sus propiedades, poder seguir trabajando, generando empleo, viven en permanente
zozobra, acorralados por el hampa,
desamparados, sin recibir la protección que está obligado el Estado a
proporcionar a los ciudadanos.
Es
inconcebible que el Estado no decrete una emergencia ante la escalada del
hampa, que no tome en serio la grave situación. ¿Estamos en presencia de la colombianización
de la seguridad? ¿Será incapacidad de los gobernantes o responderá a una política
oficial para amedrentar a la población? Independientemente de la respuesta a
las interrogantes anteriores, la gente se encomienda a Dios, esperando no ser la
próxima víctima.
*Coordinador
Nacional de “Gente” Generación Independiente
@alvareznv
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