viernes, 16 de junio de 2017

El regreso de las Schutzstaffel y Gestapo


Aunque ideológicamente el nazismo y el comunismo son doctrinas esencialmente opuestas, operativamente coincidieron en sus prácticas totalitarias. A consecuencia de la Segunda Guerra Mundial que se desarrolló entre septiembre de 1939 y agosto de 1945, la humanidad se horrorizó al conocer los aberrantes crímenes que los secuaces del líder alemán Adolf Hitler cometieron contra millones de inocentes exterminados en campos de concentración y cuyo único delito fue pertenecer a un credo, raza o simplemente disentir con el nacional-socialismo. Sin embargo, resulta insólito que la memoria histórica no tenga presente con el mismo nivel de repudio a quienes tenían mucho más tiempo asesinando en masa antes que los nazis entraran en escena, nos referimos a los “bolcheviques”, los comunistas que a sangre y terror se hicieron con el poder en Rusia tras la caída de la monarquía zarista en 1917. 

Los soviéticos, liderados en principio por Lenin y posteriormente Stalin, fueron los primeros del siglo XX que practicaron las más terribles técnicas de aniquilación bajo la premisa que la máxima armonía de su estado ideal sólo se podía alcanzar si un grupo de personas que perjudicaban la estructura social comunista eran simplemente eliminadas. Pero lo poco conocido es que los nazis, a pesar de erigirse como antimarxistas, inicialmente copiaron sus métodos de los rusos, todas las técnicas diseñadas en su política de violencia y terror para conquistar el poder y conservarlo, fueron aprendidas e imitadas del recetario stalinista, incluso antes de la guerra, alemanes y soviéticos colaboraron entre ellos para entrenar a las fuerzas de choque y persecución que hicieron del Tercer Reich, el régimen genocida que marcó hito en la sensibilidad universal. 

Pero justamente por mantenerse en el consciente común los crímenes en masa cometidos en Alemania durante la era hitleriana, tomaremos este episodio de la historia para establecer algunas comparaciones con los últimos sucesos que en Venezuela han venido ocurriendo ante la incredulidad o indiferencia de unos e indignación de otros. 

Una de las instituciones tristemente célebres durante el nacional socialismo fueron las Schutzstaffel (Las SS). Se iniciaron como un grupo de civiles milicianos que practicaron la violencia como estrategia política en defensa fanática de su Führer, golpeaban salvaje e impunemente a quienes se oponían al partido de la esvástica, perseguían, torturaban y asesinaban con el único objetivo de amedrentar a la población que debía someterse a la voluntad de Hitler. Con la conquista del poder total por parte de los nazis, las SS se institucionalizaron como órgano del Estado y sus prácticas se hicieron ley del régimen. Se creó entonces otra institución que se encargó de servir como la policía de inteligencia y persecución que trabajó subordinada a las SS, fue la “Geheime Staatspolizei” (Gestapo), este órgano policial fue el brazo ejecutor de las infames y temibles prácticas de espionajes, torturas, asesinatos y desapariciones, con un nivel de eficiencia tal que sembró el miedo en la población que definitivamente perdió cualquier tipo de libertad y fueron muchas las víctimas enviadas a campos de concentración cuyos resultados ya conocemos suficientemente.

No es posible dejar de recodar esta historia cuando hemos venido conociendo los espantosos procedimientos policiales y paramilitares que desde el régimen de Nicolás Maduro se vienen cometiendo en violación indiscutible a los derechos humanos de las familias venezolanas. 

La violencia como práctica política se ha hecho común en estos dieciocho años de chavismo, pero en los más recientes acontecimientos se han venido incrementando los testimonios sobre prácticas atroces por parte de los órganos represivos y que son cada vez más recurrentes en el marco de lo que no dudamos en calificar como terrorismo de Estado. Tomemos como referencia a dos de los que resultan más indignantes al menos de los que hayamos conocido, primero en la urbanización Sucre del estado Lara el pasado 26 de abril y el más reciente en las Residencias “Los Verdes” en El Paraíso al oeste de Caracas. Las coincidencias de ambos eventos son precisas, grupos comandos del Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebín) en conjunto con grupos paramilitares e ilegales bajo la figura de “colectivos”, actuaron en conjunto para hacer justamente lo que saben como defensores del totalitarismo: sembrar el terror. Violentan la propiedad privada, causan destrozos, allanan viviendas sin órdenes ni procedimientos judiciales, disparan a quemarropa, gasean, golpean y torturan tanto a hombres como mujeres y niños, roban y desaparecen, todo con un claro mensaje que desde el gobierno se quiere hacer entender a los ciudadanos: estamos dispuestos a cualquier cosa si no te sometes a nuestra voluntad. 

Las implicaciones legales de estos procedimientos son más que evidentes, pues estamos presenciando delitos de lesa humanidad, sin embargo y por la experiencia que nos enseña la historia, el temor que nos debe surgir es que sea demasiado tarde cuando reaccionemos ante lo que ocurre, estos sucesos no pueden pasar desapercibidos ante la cotidianidad y costumbre de quienes pretenden seguir viviendo como si nada estuviese pasando, en este tipo de situaciones la indiferencia no salva a nadie, de permitirse pasar la página estaremos siendo cómplices de los opresores, que el silencio que se guardó durante años de barbarie en la Europa nazi y comunista no se extienda a nuestra realidad, ojalá que después no estemos lamentándonos por las vidas que pudimos haber salvado y no lo hicimos por dejarnos dominar entre el miedo y la insensibilidad. ¡Reacciona Venezuela!

Profesor en Ciencias Sociales

Twitter: @jaggalindo

No hay comentarios:

Publicar un comentario