Respeto y admiro a los venezolanos que tienen el valor de autoexiliarse
de esta locura a la que, por ahora, nos tienen sometidos estos
comunistas irresponsables que nos malgobiernan. Sin embargo, veo con
preocupación, lo difícil que lo pasan quienes, obligados a emigrar, lo
hacen con ilusiones y desesperación, pero sin plan y a la deriva.
A
mi longeva edad, me ha dado por dar consejos que nadie oye. Como dice
mi admirado Rafael Poleo cuando cita a André Gide: “Todas las cosas ya
fueron dichas, pero como nadie escucha, es preciso comenzar de nuevo”.
Sugiero
que quienes tengan planes de irse lo piensen. Se tomen un respirito de
sensatez y se pregunten: ¿Qué estudié? ¿Qué habilidades tengo? ¿Vendo mi
casa y mis cosas? ¿Soy medianamente simpático? ¿Le caigo bien a la
gente? ¿Cuántos dólares o euros tengo para contar con un colchoncito que
me permita establecerme? Si me meto a mesonero, ¿lo haré con gusto y
ganas de servir? ¿Soy soltero y sin hijos? ¿Soy casado y con hijos?
Realmente un pana que es como mi hermano que dijo que me estaba
esperando, ¿me está esperando? A mi edad, ¿puedo comenzar de nuevo? Si
no me va bien, ¿soy capaz de regresar sin traumas?
Cuando voy de
gira, tengo la oportunidad de reunirme con muchísimos venezolanos que
viven fuera, para llevarles un poquito de venezolanidad optimista a sus
corazones nostálgicos. He aprendido a valorar a los valientes quienes, a
pesar de todas las dificultades, sobreviven y triunfan fuera de nuestro
maltratado país. Soy un padre cuyo hijo, hace siete años, me dijo:
“Papá, la vida es una sola. Yo tengo dos hijos y tengo derecho de
disfrutar una vida digna y segura. Además, quién sabe si en donde yo
esté, tú tengas tu por si acaso”.
Mi hijo maravilloso se llama
Daniel y es cocinero en Toulouse, Francia, país donde se radicó con
éxito. Está lleno de hechos y de proyectos, además, no lo persiguen los
ojos y la firma de un presidente que dejó como legado el odio y la
destrucción.
Cuando llamo a mi hijo, siempre es muy peculiar nuestra conversación:
—Daniel, ¿cómo está la vaina?
—Papá, aquí la vaina siempre está igual. Ahora dime, ¿qué pasó ayer en Venezuela?
Difícil
la respuesta en un país en el que a diario está pasando algo malo, pero
no olviden que soy un enajenado optimista que inicia el día lleno de
esperanza. Parte de mi optimismo es saber que todo indica que el 6-D un
nuevo sol iluminará a Venezuela y tendré el placer de llamar a Daniel
para decirle:
—Hijo… adivina ¡qué!
CLAUDIO NAZOA
31 DE AGOSTO 2015
Fuente: http://notiforo.com/foros/viewtopic.php?f=3&t=1383
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