Soy partidario de los estados regionales, entre otras
cosas porque creo que las fronteras comenzaron a levantarse con la aparición de
los idiomas y éstos, según la
Biblia, representan un castigo que Dios nos infligió a los
humanos por la osadía de intentar construir una torre que llegara al cielo. No
estoy de acuerdo con quienes atizan las brasas de la confrontación en ambos
lados de la frontera colombo-venezolana. Mis sentimientos se encuentran más
cercanos a los ideales de nuestro Libertador, quien pensó, creó y luchó durante
11 años para mantener la Gran Colombia.
Proyecto que, de no ser por las mezquindades colombianas y venezolanas, hubiera
dado paso a un gran Estado Regional que hoy podría estar a la par de buena
parte de los países desarrollados.
Cuánto daño nos ha producido que ambos gobiernos
ignoren la realidad de la frontera más dinámica de América Latina. Cuántas
decisiones de Miraflores o de la Casa
de Nariño han alterado la paz en la frontera. Ignoran supinamente que esta área responde a una dinámica propia que
nada tiene que ver con los centros de poder. Madres, hijos, tíos, sobrinos,
primos y parientes viven en ambos lados de una raya indeleble y las diferencias
políticas o económicas entre ambas naciones, para ellos, son solo anécdotas
lejanas que no debieran alterar sensiblemente su rutina diaria.
Estoy convencido que más allá del daño económico que
produce el cierre de la frontera, que lo hay, lo más importante en estos
momentos es la crisis social que viene aparejada con esa medida: estudiantes
venezolanos y colombianos cruzan continuamente la frontera para asistir a sus
distintas casas de estudio. Enfermos venezolanos que durante estos tiempos solo
consiguen medicinas y atención médica del lado colombiano, hoy no pueden
hacerlo porque les está vedado transponer la bendita línea imaginaria, con lo
cual, salud y vidas se encuentran en grave riesgo. Me comentaba un amigo
residente en San Antonio que tener a sus familiares a menos de 100 metros y no poder
acercarse para abrazarlos, es lo más cercano a tener enfrente a la terrorífica
cerca conocida con el imborrable nombre de “Muro de Berlín”.
Los hechos de inseguridad, que siempre han estado
presentes en estos predios, el paso de mercancías hacia ambos lados de la
frontera, las torpezas económicas y los cálculos político-electorales de
cualquiera de los dos países, no
debieran ser argumentos para montar un apartheid en contra de personas
indefensas, violentando su dignidad y pisoteando sus derechos humanos. ¡Simón
Bolívar debe estar retorciéndose en su tumba!
*Coordinador Nacional de
“Gente” Generación Independiente
@alvareznv
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